Una asistente a la Convención republicana levanta entusiasmada un cartel de apoyo al candidato a la Casa Blanca. :: CHIP SOMODEVILLA / AFP
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Romney se bate con Obama

Los republicanos coronan oficialmente al candidato como aspirante a la Casa Blanca

TAMPA. Actualizado: Guardar
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Si hay algo que incomoda a Mitt Romney es hablar de sí mismo. Ayer le llegó el turno de hacerlo frente a la mayor audiencia de su vida, con cerca de 40 millones de personas estimadas. El exgobernador de Massachusetts hizo historia como el primer candidato mormón a la presidencia de EE UU, pero el verdadero reto es llegar a la Casa Blanca y para eso no bastará con exponer los fracasos de Barack Obama. Necesita caer mejor que él.

No lo tiene fácil. Su pasado como consejero delegado de un prestigioso fondo de inversiones de riesgo que compra empresas en apuros acredita capacidad de gestión. Su labor en el gobierno de Massachusetts indica que puede aplicarla al sector público y su rescate de las Olimpiadas de Invierno de Salt Lake City en 2002 que puede llegar a último hora y darle la vuelta a las cosas. Con todo, Romney ha perdido hasta ahora la batalla de la imagen.

«Obama tiene algo», se quejaba el presidente del Partido Republicano de Alabama, Bill Armistead, con The Hill. «Es el primer presidente afroamericano, a la gente le gusta él, pero no sus políticas». De hecho, el 54% de los votantes registrados en una encuesta de 'The Washington Post' desaprueban sus políticas económicas, pero cae bien al 64% en comparación al 25% que recibe Romney, a pesar de que ambos estén empatados en intención de voto.

Por eso el reto de Romney ayer no era solo convencer al electorado de que sus recetas de gobierno generarán empleo y traerán mejor condiciones económicas, sino ganarse afecto y confianza. «No le gusta hablar de sí mismo porque es un hombre humilde e introvertido, pero va a tener que hacerlo», advirtió la víspera el portavoz del Congreso, John Boehner.

Romney creció traumatizado por el patinazo que en 1968 acabó con las ambiciones políticas de su padre, un gobernador de Michigan que fue presidente de American Motors y que intentó arrebatar la Casa Blanca al entonces vicepresdente Richard Nixon. Cuando se le pidió que explicase su cambio de posición sobre la Guerra de Vietnan, George Romney dijo que le «habían lavado el cerebro». Sus explicaciones no evitaron que se le juzgase como voluble e incapacitado para gobernar, lo que le costó una caída inmediata de 15 puntos en las encuestas. «Eso me enseñó a ser muy, muy cuidadoso con las palabras que elijo», confesó su hijo en 2005.

Discurso intimista

El candidato republicano que ha redimido el fracaso del padre tiene hoy 65 años, pero no ha olvidado ni a su progenitor ni las lecciones que le dejó. Ayer era su gran oportunidad de sobreponerse al trauma. Romney tiene mucha más seguridad con los discursos que le escribe un comité y a los que él introduce su toque personal, pero suenan acartonados. El de ayer, que duró 40 minutos en lugar de los 15 a los que está acostumbrado, lo había reescrito tantas veces que su mujer confesó honestamente no saber en qué había quedado. El martes ella le dio una lección de comodidad sobre el escenario con un discurso intimista y relajado de mujer enamorada que hizo llorar en público a Boehner, no por primera vez. Con esas pistas y la deuda familiar en el corazón, Romney acometió la labor de desmontar la imagen de rico insensible que la campaña de Obama ha cimentado con 70.000 anuncios de televisión, además de desgranar su agenda de gobierno.

El plan pasa por la austeridad económica contra el déficit que enarbola su vicepresidente Paul Ryan, el desmantelamiento de la reforma sanitaria de Obama y la desregulación de los mercados.

Le introdujo en el escenario una joven estrella del Partido Republicanos a la que no intimidan los micrófonos, y menos en su Estado de Florida, el senador cubanoamericano de 41 años Marco Rubio, al que consideró para vicepresidente. Con este empujón Romney necesita coger impulso para superar el carisma de Obama. Solo en el primer día de la menguada convención los sondeos de WPA revelan que la imagen del candidato conservador ganó cinco puntos en nueve de los Estados clave para ganar las elecciones de noviembre. Faltan por contar los frutos que dejase ayer su graduación.