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Vecinos del barrio de Yaramana observan los restos del coche bomba que estalló ayer en Damasco. :: KHALED AL-HARIRI / REUTERS
MUNDO

Matar o morir, única opción en Siria

La guerra sectaria incrementa cada día la distancia entre la mayoría suní y las minorías religiosas que siguen fieles a El-Asad

MIKEL AYESTARAN ENVIADO ESPECIAL
DAMASCO.Actualizado:

En todos los móviles los mismos vídeos. Un hombre recita el Corán y pide a Dios que acepte en sus manos al hereje que aparece en pantalla. En cuestión de segundos saca un cuchillo y le corta el cuello mientras grita «¡Dios es grande, Dios es grande!» Las decapitaciones de alauíes -secta minoritaria en Siria a la que pertenece el presidente y que es una derivación del chiísmo- a manos de salafistas han encendido las alarmas entre esta comunidad, cuyo bastión se encuentra en la costa y montañas del noroeste del país.

«Si te paran en un puesto de control y ven que eres alauí o cristiano, eres hombre muerto. Eres tan objetivo de ellos como los soldados o el personal de la Administración», denuncia un joven de Slunfah, aldea alauí de las montañas desde la que se perciben nítidamente los bombardeos de artillería contra la vecina Salma, de mayoría suní. La frontera de Turquía está a menos de veinte kilómetros y «es la entrada principal de los combatientes que vienen a hacer su particular yihad a Siria y encuentran refugio en Salma», señalan responsables de seguridad en esta zona ahora blindada por el Ejército y por milicias populares muy bien equipadas.

Hace dos meses «un ejército de más diez mil combatientes», según las mismas fuentes, logró romper el cerco de Selma y llegó hasta Haffe, aldea mixta suní y alauí, en el primer movimiento militar de envergadura que el Ejército Libre Sirio (ELS) ha realizado en el gran bastión de seguidores del presidente y la auténtica cantera de la que salen los jóvenes que combaten en primera línea. La respuesta fue contundente y tras nueve días de asedio el ELS se retiró y el Ejército liberó el lugar.

Los observadores de la ONU pidieron en varias ocasiones permiso para entrar durante el cerco, pero nunca pudieron llegar al lugar hasta su liberación y, en el último intento, del que fue testigo este enviado especial, sufrieron incluso una emboscada que fue el detonante de la suspensión de sus operaciones en el país. «La gente pensaba que querían ayudar a escapar a los cabecillas y eso no se podía permitir», opinan los vecinos de la zona que poco a poco regresan a este pueblo donde las huellas de los combates siguen frescas.

Ayudas para el retorno

Los edificios públicos calcinados por los milicianos del ELS están siendo restaurados y las pintadas contra el régimen han sido tachadas con gruesos brochazos. Ahora el único mensaje que se puede leer es «somos los hombres de El-Asad». El Gobierno entrega una ayuda de 50.000 libras a cada familia que decide regresar (600 euros al cambio) y «una cantidad mayor si su casa ha sufrido daños», destaca un militar encargado del puesto de control de la comandancia de este lugar estratégico para la seguridad de las aldeas alauíes de las montañas. «El conflicto ha derivado enteramente en una guerra de los suníes radicales contra el resto de sirios pertenecientes a los grupos minoritarios e incluso contra los suníes laicos. O te mato, o me matas, no hay otra opción», opina el analista Nabil Fayad, cuyos comentarios le han costado amenazas de muerte por parte de grupos radicales como el Frente Al-Nusra, vinculado a Al-Qaida y responsable de los mayores atentados que ha sufrido Damasco.

Haffe trata de curar sus heridas y dar de nuevo ejemplo de convivencia entre sectas, pero los meses avanzan y aumenta la distancia entre la comunidad suní -el 70% de los sirios y muchas de cuyas zonas han abrazado la revolución- y el resto de minorías que siguen leales al presidente.