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Gu Kailai da esquinazo a la muerte

La esposa del exdirigente comunista chino en Chongqing es declarada culpable de asesinatoRecibe una condena a cadena perpetua tras suspenderle la Justicia la pena capital durante los próximos dos años

ZIGOR ALDAMA
TIANSHUI.Actualizado:

Todos contentos. Gu Kailai, esposa del exsecretario del Partido Comunista Chino en Chongqing, Bo Xilai, ya es oficialmente culpable del asesinato del empresario británico Neil Heywood, y fue ayer condenada por un tribunal de Hefei a una pena de muerte con suspensión durante dos años, lo que se traduce, de facto, en una cadena perpetua. Gu ha esquivado la muerte porque, como aseguró un portavoz del tribunal, aunque su crimen es despreciable, Heywood amenazó verbalmente a su hijo, Bo Guagua, y porque Gu sufría problemas mentales.

Han servido de atenuante también el arrepentimiento mostrado por la condenada, de 53 años, y su cooperación para desenmascarar delitos de terceras personas. Pero, en realidad, es posible que el juez tuviese órdenes de no sentenciar a Gu a la inyección letal porque eso podría provocar la airada respuesta de quienes todavía apoyan a su marido. No faltan los que ven en este proceso -que diversos analistas legales tachan directamente de farsa repleta de inconsistencias legales- una limpieza interna para deshacerse de uno de los hombres con más carisma dentro del Partido. Por eso, la pena de muerte muestra contundencia, y la suspensión de la misma refleja cierta compasión. O comprensión política.

Así, el crimen queda castigado, los diplomáticos británicos salen satisfechos porque no se aplica la pena capital, y el Gobierno cierra el caso sin airear los trapos sucios políticos y económicos que podrían poner al partido en serios apuros. En otoño se celebrará el congreso clave del que saldrá el nuevo Ejecutivo, y la tensión de la mayor crisis política desde Tiananmen se rebaja un poco con Gu entre rejas y Bo desaparecido.

Se ha seguido el guion previsto y todo apunta a que tanto Gu como su cómplice, Zhang Xiaojun, condenado a nueve años de cárcel, no apelarán la sentencia. De hecho, ella sorprendió ayer con unas declaraciones extrañas para quien acaba de ser sentenciada casi a muerte: «El castigo es justo. Demuestra que el tribunal respeta la ley al igual que los hechos. Muestra el respeto del tribunal por la vida». Sin duda, parece el veredicto perfecto, pero quedan muchos flecos sueltos que posiblemente no se aten jamás.

En primer lugar, no parece que se vayan a investigar los crímenes económicos que Gu confesó junto al homicidio de Heywood y que son, en última instancia, los que la unían al británico y los que provocaron que lo matara. Al parecer, el empresario ayudó a Gu, y probablemente a la familia, a realizar chanchullos que podrían incluir el blanqueo de dinero y la evasión de capitales. Heywood sabía demasiado y pudo haber amenazado con revelar la información si no cobraba su abultada comisión. Según informaciones oficiales, Gu sintió que peligraba la seguridad de su familia y decidió urdir el plan con el que envenenó al británico el pasado 13 de noviembre.

Hasta qué punto estuvo Bo Xilai implicado en el asesinato de Heywood, y, sobre todo, qué papel jugó el político en los tejemanejes económicos de su esposa son otras dos de las grandes incógnitas que no han sido resueltas. Bo se erigió en el azote de la mafia de Chongqing, donde gozaba de poder absoluto y siempre apareció como abanderado de la lucha contra el crimen y como adalid del regreso a los valores más tradicionales del comunismo.

Pero su imagen se vino abajo en febrero, cuando otra de las piezas desaparecidas de este puzle, el jefe de Policía, Wang Lijun, corrió a esconderse de Bo en el Consulado de Estados Unidos de la cercana ciudad de Chengdu. Allí podría haber dado cuenta de los desmanes de la familia Gu, incluido el asesinato de Heywood. Desde que un viceministro lo llevó a Pekín, nada se ha sabido de Wang. ¿Será el próximo en ser juzgado por revelar secretos y dejar en evidencia a la cúpula del poder chino? De momento ya han comenzado a filtrarse sus abusos al frente de la Policía, donde se dice que torturaba frecuentemente para conseguir testimonios a su gusto.

Prisión en Pekín

¿Y qué sucederá ahora con Bo Xilai? Nada se sabe de él desde que en marzo fue destituido de todos sus cargos. En principio, la sentencia de ayer le beneficia. Con una culpable ya condenada se sacia la sed de sangre y es más fácil que el caso vaya cayendo en el olvido. Pero también supone un revés para los conservadores de cara al congreso de otoño. Parece que se imponen los reformistas liderados por el actual primer ministro, y el futuro presidente, Xi Jinping. Han ganado la lucha interna y están más legitimados para continuar con la apertura del país, pero no podrán dar la espalda al modelo que Bo acuñó en Chongqing, una ciudad que ha prosperado y en la que se ha ensanchado menos la brecha que separa a ricos de pobres.

En cualquier caso, de los acontecimientos políticos Gu Kailai se enterará en una prisión de Pekín, donde será internada para estar más cerca de su familia. Si no comete ningún otro delito en los dos próximos años, su pena será conmutada por cadena perpetua. Si demuestra una conducta excepcional puede reducirse a 25 años. Otras normas estipulan que la condena puede ser rebajada aún más si lleva a cabo buenas acciones, como la de pagar una compensación. Eso sí, por lo menos Gu pasará 15 años a la sombra. Siempre que no haya pagado a una doble, como apuntan ya los amantes de la conspiración, para que vaya en su lugar, claro.