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Assange se asoma al balcón
El fundador de Wilileaks reclama desde la Embajada ecuatoriana en Londres a EE UU que cese la «caza de brujas» contra su grupo
LONDRES. Actualizado: GuardarSobrevolaba la escena un helicóptero de la Policía, que quizás detectó con sus cámaras los mismos rostros que ya el jueves se congregaron en torno al piso con vistas exteriores de la planta baja de un edificio de Hans Crescent, una casa para gente muy rica y legaciones de Estados: la Embajada de Ecuador, la de Colombia, la Agregaduría militar española...
Estaban allí la docena de enmascarados de 'Anonymus' que pernoctan en ese calle trasera de los grandes almacenes Harrods; el viejo irlandés que suele acudir también trajeado a los juicios de etarras en Londres para mostrar su solidaridad en la lucha contra todos los imperios; los turistas en pantalón corto. Y faltaban los 14 adultos y un niño ecuatorianos que el jueves coreaban: «Correa, amigo, el pueblo está contigo».
Hace cuatro días se anunció que el Gobierno de Ecuador concedía el asilo a Julian Assange, el patrón de Wikileaks, que entró hace dos meses en su embajada para evitar su extradición a Suecia, donde se le requiere para investigar posibles delitos sexuales, incluido uno de violación, contra dos mujeres. Estaban allí, el jueves y ayer, unos cuantos cientos de periodistas.
Esperaban, a las 11.30, la aparición del exjuez Baltasar Garzón, ahora asesor de Assange como abogado privado. Es famoso en Londres por su demanda de extradición del dictador chileno Augusto Pinochet y luego por combatir y ceder ante los mismos abogados ingleses que tiene Assange cuando intentó extraditar a España y juzgar a dos británicos recién liberados del presidio de Guantánamo.
Hacía un calor veraniego, los días más calurosos de este año en la capital, pero cuando emergió a la una Garzón -una «enorme masa» lo esperaba, según Wikileaks- cayó una lluvia torrencial, casi bíblica, sobre el exmagistrado. Recorrió micrófonos y cámaras en un bucle breve y azaroso, con la Policía poniendo orden en la pelea eterna y heroica de cámaras, micrófonos y bolígrafos para captar rostro y voz.
«No hay negociaciones en este momento», dijo Garzón, y luego arruinó su propio aserto: «No es mi tarea conocer si hay negociaciones, así que no lo sé». Regresó a la Embajada ecuatoriana tras su paseíllo y periodistas, anónimos y turistas se entretuvieron en el frecuente ir y venir de un Lamborghini con conductor exhibicionista o cedieron a la melancolía al ver el avance aún firme de un Fiat Cinquecentto, cosecha del sesenta y tantos. Se esperaba a las dos la comparecencia de Assange. No se le había visto desde hace dos meses y la logística legal le obligaba esta vez a no poner sus pies en tierra no bendecida por la inmunidad diplomática. Se preparaba en el balconcillo de la embajada el correcto despliegue de la bandera, la megafonía, el encuadre idóneo del protagonista...
Libertad para Manning
Pero antes tomaron la palabra en la calle algunas personas prominentes que apoyan la versión de Assange sobre su persecución; estaba Tariq Alí, líder estudiantil del 68; un diplomático británico que se rebeló contra su Gobierno por su política en Uzbekistán... No participó ninguno de los que avalaron la puesta en libertad provisional del australiano con un dinero que ahora han perdido.
Apareció al fin en el balcón el incansable protagonista de esta saga, con pantalón gris y camisa azul celeste. Pronunció un breve discurso en el que pidió la libertad de Bradley Manning, el soldado estadounidense encarcelado como sospechoso de ser el autor de las filtraciones que dieron fama a Wikileaks. Assange reclamó también que EE UU cese la «caza de brujas» contra su organización, hoy dedicada fundamentalmente a su defensa.
Y agradeció a los presentes por evitar que Londres asaltase la Embajada de Ecuador para detenerle. La idea de que Scotland Yard iba a entrar el miércoles en la sede diplomática es realmente insensata, pero el extraordinario informático que con otros montó una página que permitía la denuncia de los abusos de los gobiernos realiza este tipo de comentarios chocantes desde su detención en Londres, hace dos años.
La escena en torno al balcón fue deshilachándose a medida que avanzaba la tarde. Assange y Correa han extraído el jugo publicitario posible en cuatro días. La callada negociación entre los gobiernos de Londres y de Quito quizás ayer mismo dio como resultado que se permitiera que desde el balcón de una embajada extranjera se criticase con tal saña al país anfitrión. Reino Unido ofreció la protección del evento, el orden de la calle, las vallas para que fuese filmada esta nueva escena de una larga saga de oscuridades privadas e iras públicas que avanza calladamente hacia su desenlace.