desde el aire

'Globeras': A favor del viento

Las hermanas Lladó comparten una pasión de altura, pilotar globos

MADRID Actualizado: Guardar
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Las Lladó son herederas de una afición genética que las ha llevado a crecer, y casi a nacer, a lomos de un globo. “Tenemos la suerte de que a nuestro padre le encanta viajar y compartirlo con la familia. Casi nacemos en un globo, si no fuera porque mi madre padece vértigo. Con dos años, como no llegábamos para asomarnos, nos poníamos a mirar por los agujeros de la cesta. De hecho, nos hemos sacado el título de piloto antes que el carné de conducir”, dice Montse, la segunda de las cuatro hermanas. Son las siete de la mañana de un sábado de verano y la ciudad de Igualada, donde se celebra el festival europeo de globos aerostáticos, no se ha despertado aún. Sin embargo, en esta pista de despegue bulle la actividad y el parte de vientos anuncia una mañana perfecta para la competición. “Los globos de aire caliente funcionan mejor y con más seguridad cuando las condiciones atmosféricas del aire son secas y estables, con vientos ligeros”, nos explica José María Lladó, organizador, alma mater del evento y padre de las únicas mujeres que pilotan a nivel deportivo globos aerostáticos en nuestro país.

Tras la liebre. Montse y Adriana Lladó, junto a su madre Neus Gambín, bajan de la “pick-up” (a la que hace poco han incorporado un sistema automático para subir y bajar la barquilla, o cesta) todos los componentes del sencillo y pesado sistema que conforma un globo aerostático: los quemadores, las bombonas, la cesta, los amarres, la vela... Solamente la tela puede llegar a pesar 300 kilos, aunque la suya, que es de un tamaño de globo mediano, no pasa de los 80. Ejecutan el ritual con rapidez y precisión, haciendo gala de conocer el oficio. Mientras Adriana, su madre y otros miembros del equipo enganchan la barquilla y abren la boca de la vela, Montse la ahueca con el aire de un enorme ventilador para insufl arle las imponentes llamaradas de fuego que propulsadas por el propano conseguirán que se eleve. Nos subimos a la cesta justo en el último minuto antes de soltar cuerdas y somos casi las últimas en despegar. La mayoría de los aerostáticos ya han elevado vuelo tras “la liebre” (la presa), un globo que marca el pistoletazo de salida de la competición y al que no hay que perder de vista en toda la travesía. Cuando aterriza “la liebre” señala el objetivo de la prueba, una diana a la que los globos han de acercarse al máximo, y lo antes posible, para lanzar el testigo, que da fe de la pericia de cada equipo. Nos elevamos de un tirón y, a medida que las personas, vehículos y casas se empequeñecen, aumenta la quietud. Sobrevolamos la ciudad aún dormida. Los tejados de los edificios, la ropa tendida, las casas con piscina, los contenedores de basura con sus tapas de distintos colores, todo parece de juguete, piezas de un lego perfectamente ensamblado. Solo el ladrido de algunos perros y los rugidos de los fogonazos que Montse acciona en el quemador para pilotar el globo rompen la paz del amanecer. “Estamos haciendo un vuelo raso por Igualada, que es el que me más me gusta, porque te permite rodar a centímetros de la superficie –dice Montse–. Espero que no despertemos a la gente con el ruido”. Mientras contemplamos el pico de Montserrat, nos cuenta que hace tan solo dos días que ha regresado de Taiwán adonde ha viajado con su padre para llevar dos globos. Nos habla de los paisajes fantásticos que ha visto: arrozales infinitos, montañas escarpadas sobre exuberantes valles. “Mi padre siempre nos lleva a alguna en sus viajes. Esta vez he sido yo, pero el año pasado le tocó a Neus, la mayor, ir al Kilimanjaro”.

Del cielo al piano. Montse acaba de terminar un master de interpretación de piano en el Trinity College de Londres. Ahora piensa instalarse en Barcelona y desarrollar su carrera como concertista. Todas las hermanas Lladó han estudiado la carrera de piano, ella es la única que va a dedicarse profesionalmente a la música. “Además de piano, cada una de nosotras ha estudiado un segundo grado de otro instrumento. Neus, el violín, Adriana, la guitarra y yo, el clarinete”. Por culpa de la charla hemos perdido de vista a “la liebre”. Montse –que confi esa que le gusta volar sola– llama a Adriana para preguntarle si desde su globo lo han visto. Pero “la presa” ha aterrizado ya y, para cuando divisamos la diana, una cruz de unos cuatro por cuatro metros dibujada con cinta roja en un campo contiguo al del despegue, nos hemos pasado de largo para tirar el testigo y puntuar, así que decidimos aterrizar. “Es que ahora es difícil corregir. Pero, bueno, me lo tomo con calma”, concluye estoicamente nuestra joven “globera”, mientras inicia el descenso tirando con una cuerda de la válvula del paracaídas, de forma que entra aire de fuera, enfría la vela y así va perdiendo altura. Aterrizamos suavemente en un campo al borde de la carretera, de pie. Casi al mismo tiempo acuden al rescate con la “pick-up” Neus y Adriana para plegar y recoger el material y llevarnos a desayunar de nuevo a una masía cercana. “Durante las competiciones comes todo el tiempo porque desayunas dos veces, comes, meriendas tras la necesaria siesta, vuelas a última hora de la tarde y, claro está, cenas después”, nos explica al volante Neus Gambin, la madre, que reivindica su miedo a volar a causa del vértigo en una familia que vive del aire. Ella es quien dirige la operación “rescate”, función que para ella es tan importante, arriesgada y emocionante como volar. “Perderlo de vista puede ser fatal pues, si el vuelo es al atardecer, la noche puede sorprenderte en un lugar inaccesible, sin cobertura, y complicar la tarea de recogida”. Neus hija se reúne con nosotras más tarde. Hoy no vuela porque tiene una boda en Barcelona. Con 25 años, es ingeniera aeronáutica y vive en Puertollano, donde trabaja preparando el Demos 2, un satélite de observación de la Tierra que se lanzará en 2013. Al igual que a sus hermanas Adriana y Montse, le gusta pilotar sola. “Normalmente hablo mucho, pero cuando vuelo no. Me gusta hacerlo en silencio”. Durante la entrevista sostiene que la elección de la ingeniera aeronáutica no tiene nada que ver con dirigir un globo –“es como diseñar un avión o pilotarlo”–, pero al fi nal reconoce que su perspectiva facilita mucho la tarea. “Durante la competición tienes una subida de adrenalina –dice Neus– porque has de concentrarte a fondo e ir con la mente clara para controlar la dirección de los vientos, elegir tu campo de salida, manejar el altímetro y el GPS. Hay que tener mucha precisión; a veces errar o acertar las pruebas es cuestión de pocos metros. Es lo que más me gusta en el mundo, volar en globo".

La aventura. Hablamos de la parte aventurera y viajera que tiene este deporte y de su buena suerte al acompañar a su padre el verano pasado a Tanzania. “Sobrevolar el Kilimanjaro a 7.300 km de altitud ha sido una experiencia maravillosa. Además, hemos sido los únicos en conseguirlo. Otros lo habían intentado antes, pero se quedaron a unos ocho kilómetros de la cima”. ¿Repetirá? “No creo, porque la preparación que exige una expedición como ésta es tremenda: conseguir los permisos, trasladar los globos, encontrar el día preciso para despegar. Es una de esas cosas que haces una vez en toda tu vida y ya está”. Sin embargo, puede que Neus se equivoque. En 1978 un intrépido joven de Igualada, Jose Mª Lladó, su padre, decidió que quería subir en moto el Kilimanjaro. Y lo consiguió. Nadie más lo ha vuelto a lograr. Dos años después, con un grupo de amigos, aventureros y locos como él por el continente africano, decidió emular a Julio Verne y dar la vuelta en globo de costa a costa en cinco semanas. La expedición duró 11 meses y en los 40 vuelos desde Zanzíbar, en Tanzania, hasta Kisiangani, en el Zaire, se fraguó lo que hoy es Globos Ultramagic, una empresa familiar que construye todo tipo de aerostáticos y los distribuye por todo el mundo. Adriana, que tiene 21 años y es la que más carácter muestra de las cuatro hermanas, estudia también ingeniería aeronáutica, como su padre y Neus. No tiene aún claro por dónde enfi lará su carrera pero, sin duda, estará relacionada con las pasiones familiares: el cielo y la aventura. ¿Quién dijo miedo?