Tuvo y retuvo
Actualizado:Como, a nuestro parecer, cualquier tiempo pasado fue mejor, Cádiz vive en la ensoñación de lo que fue. No hay duda que el cristal del tiempo produce un efecto narcótico, quizás por eso vivir aferrado al recuerdo es más sencillo que plantar cara a un futuro tan incierto como aparentemente negro. Vivimos de vuelta de todo, como si lo único que quedara por venir es una postrimería de paro, pobreza y conformismo. Pensar que Cádiz fue preciada capital romana, puerto de riquezas y cuna de la primera Constitución Española es, sin duda, mucho más amable que ver en la Trimilenaria a la capital del paro, sede de una industria marchita, punto de encuentro de la descorazonada pobreza que nos asola.
Quizás por eso, nos refugiamos en unas barbacoas tan acabadas como lamentables, en la riqueza que genere este Bicentenario que ya se va, en que alguien venga con la receta mágica de la reanimación instantánea. Aferrados a las torres miradores, no vaya a ser que un día vuelvan los barcos cargados de oro, café y telas. Asomándonos al cantil del muelle a ver si los cruceristas tuvieran la fórmula exacta de la prosperidad. Y lo mejor es que nuestro florecimiento y bonanza está aquí, entre muros centenarios. Nadie vendrá a darnos nada, igual que nadie le regaló al Cádiz del XVIII su esplendor. Se la ganó con esfuerzo. Cádiz tiene mucho que decir, solo hay que creérselo.
Hay ejemplos que lo demuestran. Empresas que han encontrado en nuestras señas de identidad la mejor forma de vivir, de tejer un futuro que se antoja menos negro. Bien sea con rutas marítimas, con un hotel temático del mar, con la reconstrucción exacta de un café del XIX, Cádiz está cuajada de micro oportunidades. Rincones, recuerdos, riquezas pasadas dignas de serlas también futuras. Para eso, no hace falta un Bicentenario. Bien es verdad que es un buen acicate, un genial despertar. Pero, ¿y el trece? Sería de un conformismo aplastante pensar que todo acabó. Solo hay que creérselo, ver el negocio y la oportunidad donde otros ven pasado muerto. Abrir las ventanas al presente, mostrarle al que viene qué nos hace merecedores de contar con su presencia. Quizás así el contraste presente/pasado se antoje menos agridulce. A fin de cuentas, Cádiz es la ciudad del tuvo. Y que retuvo y guardó para la vejez.