Tang Hui desciende al infierno
Una madre china que exige justicia tras haber rescatado a su hija, violada y forzada a prostituirse con 11 años, es internada en un campo de reeducación
SHANGHÁI.Actualizado:La realidad supera a la ficción. No es una frase manida, sino fiel reflejo de la historia de Le Le. El 1 de octubre de 2006, coincidiendo con la fiesta nacional, unos amigos de la familia la invitaron a ver una película. Ella accedió, porque eran conocidos y porque el pueblo de Yongzhou, en la provincia china de Hunan, es un lugar pacífico. No podía saber que, a los 11 años, su vida iba a cambiar para siempre. No había película alguna, solo el deseo de violarla, algo que hicieron cuatro hombres en varias ocasiones, y de sacar provecho económico de su cuerpo.
Fue secuestrada y recluida en un burdel disfrazado de salón de masajes. Allí, coaccionada por las palizas que le propinaban, tuvo que servir a más de cien clientes. En ocasiones, bajo la influencia de las drogas que le inyectaban, mantenía relaciones sexuales con cuatro o cinco hombres.
Tres meses después de su secuestro, la madre de Le Le, Tang Hui, recibió la llamada de un anónimo que le dio la dirección en la que podía encontrar a su hija. Allí acudió fingiendo ser una recogedora de botellas usadas para el reciclaje, y la vio. Consciente de que no es buena idea enfrentarse a la poderosa mafia que controla la prostitución y la trata de personas en China, Tang se dio media vuelta sin cruzar una sola palabra con su hija. Y en pocas horas urdió un plan para rescatarla.
Pidió a un conocido que se hiciese pasar por cliente para contratar sus servicios y sacarla del burdel sin levantar sospechas. Funcionó. Madre e hija volvieron a reencontrarse, pero su descenso al infierno no había hecho más que empezar. Le Le había contraído enfermedades de transmisión sexual y su salud era delicada. Y la justicia tardaba. La madre denunció al burdel, pero hasta año y medio después no se celebró juicio alguno. El 6 de junio de 2008, el juez dictó sentencia: pena de muerte para la dueña del burdel y para quien fue acusado de abducir a Le Le; cadena perpetua para cuatro de los acusados de violarla; y una condena a 15 años de prisión para el último de los involucrados. Todos ellos tuvieron que reunir 90.000 yuanes (11.000 euros) como compensación.
Tang no quedó satisfecha. «Quiero que los maten a todos, a los siete», dijo. Y buscó su objetivo con todos los medios a su alcance. En varias ocasiones se encaró a oficiales del Gobierno en plena calle, e impidió que sus vehículos se movieran sentándose frente a ellos. Por esa razón, y como primer aviso, el 9 de junio de 2010 fue arrestada y permaneció en un calabozo durante 37 días.
Pero la Policía no consiguió callarla y Tang continuó su cruzada. Para quitársela de encima, el 2 de agosto el régimen de Pekín la condenó a pasar año y medio en un campo de reeducación. «Su actitud ha puesto en peligro el orden en oficinas gubernamentales y ha tenido un impacto social terrible», explicaron las autoridades a través de Internet.
Lógicamente, nada más conocerse la noticia los internautas chinos mostraron su disconformidad con la sentencia. «Si enfureces a las autoridades locales, te pueden mandar a la cárcel sin juicio y sin necesidad de evidencia alguna», criticó en Weibo, el Twitter chino, el escritor Murong Xuecun. «Lo que no quieren es que salgan a la luz las conexiones entre el burdel y la Policía. La deberían contratar a ella como detective», ironizaba otro usuario.
El Gobierno, sin embargo, asegura que se ha limitado a aplicar la ley que regula estos campamentos de reeducación. Son, básicamente, cárceles para quienes, por motivos de salud o de edad, no es recomendable que estén entre rejas en un centro penitenciario ordinario. No obstante, cada vez son más las voces que se alzan para exigir la abolición de este tipo de campos, reminiscentes de la Revolución Cultural de Mao Zedong y utilizados para acallar a disidentes y otros elementos molestos para el poder.
Hasta el viernes, en Weibo se habían registrado más de medio millón de comentarios bajo la etiqueta 'salvemos a Tang Hui'. Incluso el 'Diario del Pueblo', rotativo del Partido Comunista, ha mostrado su descontento: «La grandeza de un país no se puede medir solo por su PIB o por las medallas de oro que consigue en los Juegos Olímpicos. También cuentan los derechos de las personas y su dignidad, la igualdad social y la justicia. ¡Hagamos juntos este esfuerzo!».
Y, sin duda, los internautas han hecho juntos, una vez más, la presión suficiente para que las autoridades recapaciten ante la injusticia: el viernes, en un inesperado cambio de rumbo, dejaron libre a Tang. Según la agencia de noticias Xinhua, «se ha estimado el recurso que interpuso el 7 de agosto porque su hija todavía es menor de edad y necesita de los cuidados de su madre».
Nada más abandonar el campo de reeducación, Tang dejó bien claro que no la han amedrentado. Va a continuar luchando por que los culpables paguen con su vida. Y, ahora, exige además una compensación por el tiempo que ha pasado sin libertad. Es más, incluso acusa a algunos funcionarios de haber falsificado documentos de su caso. Sabe que ahora tiene a Internet de su parte, y que su historia ya no es la de una ciudadana cualquiera.