La crisis necesaria
POLITÓLOGAActualizado:Se ha apoderado de nosotros la terrible sensación de que fuerzas incontroladas e incontrolables dominan nuestro devenir. Realizamos que hay entes supra-nacionales que condicionan nuestra vida. Pero esto no es nuevo; la 'pax americana' vino a cerrar un sangriento y maniqueísta siglo XX. Sólo nos quedaba disfrutar de las bondades del capitalismo disturbadas puntualmente por algún antisistema con turbante.
No podía ser tan fácil; un demiurgo sin faz se ha cernido sobre nosotros para arrebatarnos nuestra recién estrenada prosperidad. Y no nos podemos consolar ni siquiera con algún chivo expiatorio que tengamos a mano, pues cada vez encontramos uno viene algún dato a enmendarnos la plana: la 'mala' es Ángela Merkel, pero hay días en que se porta bien, o es Rajoy, pero no lleva lo bastante en el gobierno. Obama desde luego que no, es negro y demócrata, Draghi podría tener todas las papeletas, aunque nos da una de cal y otra de arena....
Finalmente no nos queda otra que recurrir a la socorrida moral judeo-cristiana y entonar un 'mea culpa' a coro; ¿Quién se compró el piso a precios exorbitantes después de haber vendido el propio con pingues beneficios? Yo, ¿quién pidió un préstamo para comprarse un coche de ensueño? Yo, ¿quién se iba cada año de vacaciones a un país aún más lejano? Yo, ¿quién despreció aquel empleo porque ser un 'mileurista' no daba para todo lo mencionado atrás? Yo, ¿quién votó una y otra vez a aquel partido que prometía dar el doble de beneficios sociales o que construir el doble de equipamientos públicos que el anterior -aunque estuviese robando-? Yo. ¿Lo tomamos como una plaga bíblica? Pienso que somos lo suficientemente racionales como para extraer algunas lecciones de lo que está ocurriendo.
La democracia española se construyó sobre los pilares de un régimen que calificaría de paternalismo de Estado. Éste encontró una continuidad simbiótica en los largos años de gobierno felipista en los que se da una particular consolidación del estado del bienestar: los intereses electorales transforman las conquistas sociales que produce el desarrollo económico de la nueva España comunitaria en graciosas dádivas del poder (aún hoy hay abuelos que piensan que las pensiones fueron un regalo de los socialistas y no el resultado de su contribución al erario público). La derecha entrará en el mismo juego pues estas claves de la cultura política española están imbricadas profundamente en el imaginario social.
Además, a cualquier partido le interesaba una sociedad civil adocenada que se comporta reverencialmente ante los poderes públicos. Y así vemos con naturalidad los cientos de coches oficiales, las guardias pretorianas que un alcalde cualquiera despliega, la prepotencia de las administraciones a la hora de tratar con el ciudadano..
La válvula de escape para este Estado expansivo en poderes y atribuciones ha sido la trampa, la picaresca, el fraude y el nepotismo que nos ha hecho de una u otra forma cómplices a todos de este festín regado pantagruélicamente con fondos europeos.
La responsabilidad es lo que convierte a una persona en adulta, y a una sociedad. No podíamos seguir demandando más y más al Estado como si la cuenta fuese a venir otro a pagarla (en el Norte de Europa hace 20/30 años que vieron claro que el Estado del bienestar expansivo ahogaba las economías privadas y dieron marcha atrás en aras de la sostenibilidad del sistema).
Ha llegado la hora de pagar la cuenta, nos va a costar mucho, nos está costando bajar de nivel de vida, empobrecernos, e indefectiblemente esto hará que en el futuro valoremos los servicios públicos y que pidamos cuentas a sus gestores, y quizás así demos un paso adelante en el reforzamiento de la sociedad civil, condición sine que non para llegar a ser una democracia madura.