Los sueños palestinos huyen de Siria
Miles de expatriados por la ocupación hebrea encontraron el refugio en Damasco y ahora escapan de la guerra en su tierra de adopción Partidarios de la oposición y fieles a El-Asad encuentran cobijo en los campamentos de Líbano
BEIRUT.Actualizado:«Te detienen sin importar si has hecho algo o no. Ser joven y vivir en una zona donde hay manifestaciones son razones suficientes para terminar entre rejas». Ahmed es el nombre ficticio de un joven palestino de 18 años que ha cambiado el campo de refugiados de Yarmouk, en la capital siria, Damasco, por el de Shatila cerca de Beirut (principal ciudad de Líbano). Nada más comenzar las revueltas contra Bashar el-Asad, el régimen trató de obtener el respaldo público de las facciones políticas palestinas presentes en Siria, pero estas prefirieron mantenerse neutrales. Con el paso de los meses las cúpulas de partidos como Hamás han abandonado el país y los nueve campos están bajo control militar porque muchos de ellos se han sumado a las protestas.
«Hace un mes empezaron las manifestaciones diarias, después llegaron los milicianos del Ejército Libre Sirio (ELS) y empezaron los bombardeos por parte del Ejército para acabar con ellos», recuerda Ahmed mientras fuma un cigarro detrás de otro. «Yo regresaría ahora mismo, pero mis padres me quitaron los papeles y no puedo cruzar la frontera», lamenta. A la pregunta sobre si le gustaría empuñar un arma para combatir responde con una media sonrisa y un silencio que rompe diciendo que «todos los jóvenes en el campo estamos con la oposición y queremos que caiga este régimen».
Shatila es un campo extraordinariamente poblado. En apenas un kilómetro cuadrado conviven 17.000 personas, la mitad palestinas y el resto libaneses de clase baja y trabajadores sirios llegados en los últimos años. A ellos hay que sumar ahora cincuenta familias que han llegado huyendo de las tropas de El-Asad, y los responsables del campo esperan nuevas llegadas como las que se han producido en Burj Barajneh. «Vivimos gracias a las ayudas privadas, ninguna ONG se ha dirigido a nosotros hasta el momento», lamenta Om Mahmoud, que huyó de los combates el 21 de julio junto a sus tres hijos.
Según datos del organismo de Naciones Unidas encargado de prestar atención a los palestinos que fueron expulsados por Israel de sus tierras, la UNRWA, en Siria vivían aproximadamente 487.000 ciudadanos de esta nacionalidad.
Mientras que en el país gobernado por Bashar el-Asad los palestinos gozan prácticamente de los mismos derechos que los nativos y han gozado siempre de un apoyo importante por parte de las autoridades, en Líbano la legislación es estricta con ellos y no pueden desempeñar 82 oficios, no tienen derecho a comprar una casa, ni a formar una empresa o una ONG. La UNRWA estima que más del 60% vive ahora por debajo del umbral de pobreza, algo que no ocurría en Siria.
Avanzamos en compañía de los representantes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) por las callejuelas de Shatila entre carteles de Yasir Arafat, Sadam Hussein y las fotografías de los mártires de los distintos grupos armados. Llevan un plano con cada bloque de viviendas numerado y con una señal en aquellos donde viven los recién llegados. Muchos de ellos no quieren hablar y todos se niegan a dar su nombre real y ser fotografiados. Quieren volver a Siria y tienen miedo, mucho miedo a posibles represalias.
Vida normal
Algunos añoran la calma anterior a la revolución porque «nuestra vida era normal hasta la llegada de los milicianos de la oposición. Incluso acogimos a muchas familias procedentes de zonas próximas como Tadamon o Al-Midan, donde había combates diarios», relata Om Mahmoud, cuyo marido sigue en Siria y le pide que, de momento, no se plantee el regreso a casa.
«Toda la culpa es de los rebeldes. Antes teníamos de todo, vivíamos como auténticos sirios y mira ahora, en Líbano y sin luz, sin agua, sin dinero y en la ilegalidad porque nuestros permisos son de una semana y ya están caducados, ¿qué será de nosotros?», se pregunta esta mujer con preocupación mientras abraza a su hijo menor que tiene un problema de crecimiento y para el que necesita un tratamiento que los médicos en Shatila no le pueden ofrecer de manera gratuita. Una opinión enfrentada a la de los más jóvenes que están a favor de la lucha contra las autoridades.
En la oficina de la OLP se encargan del registro y «poco más podemos hacer con los medios que tenemos», informa su portavoz en el campo, Hasan Bakir. A los dirigentes palestinos les preocupa la implicación de los suyos en la lucha contra el líder sirio, y Bakir repite una y otra vez que «como OLP no habrá un posicionamiento frentista a El-Asad. Otra cosa es lo que decida la calle».