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Pobladores

MARÍA MAIZKURRENA
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Poblad la Tierra, dijo el Dios del Génesis. Y durante miles, millones de años, los grupos se han trasladado de un sitio a otro poblando tierras despobladas y despoblando tierras pobladas. Cuando la Tierra toda estuvo poblada, salvo los remotos e inhóspitos ecosistemas donde el Dios del Génesis colocó una reserva de vida, los pobladores se dedicaron a poblar lo que estaba poblado.

No somos muy distintos de las bacterias, que también pueblan lo que pueden. Las bacterias llevan inscrito en su libro de intrucciones bioquímicas el mandato primordial del Dios de Génesis. Hasta en Marte, ese mundo hostil y desmesurado, podría haber bacterias. Será difícil saberlo porque el 'Curiosity', la nave terrestre que se acaba de posar en la roja superficie del planeta rojo, no lleva instrumentos para detectar vida, de modo que no podrá recoger evidencias a favor o en contra de la hipótesis de la vida marciana. En cuanto a la población o repoblación del planeta rojo, sería mucho más fácil para algunas bacterias terrestres que para nosotros, los seres humanos, que somos más exigentes en cuanto a las condiciones que necesitamos para vivir. En nuestra forma de adaptarnos al medio y de adaptarlo a nosotros, hemos creado la vida rural y la vida urbana, el paraíso, urbano o rural, y el infierno, que es principalmente urbano pero también campesino. Deberíamos pensar las ciudades para que se parezcan más a la Naturaleza y funcionen como ella, se autoabastezcan y autorregulen, y deberíamos pensar también cómo debería ser el campo del siglo XXI. Los pueblos abandonados durante el siglo XX atraen la atención de muchas personas para quienes la vida en la ciudad se ha vuelto difícil, porque las ciudades se vuelven más hostiles en los periodos de crisis económica. Pero la gente de la ciudad no tiene los conocimientos necesarios para sobrevivir en el campo. Lo dice Maximiliano Herrán, creador de pueblosabandonados.com. Todo un caudal de conocimientos que no están en los libros ni en Internet se han perdido en menos de dos generaciones, dice Maximiliano. Pero eso no es completamente cierto. Permanecen en los libros, en la gente que los escribe o los lee, ingenieros agrónomos o veterinarios. Lo que hace falta es ponerlos a disposición de todos. Divulgación, se suele llamar esto. Lo curiososo es que nadie se va al campo sin financiación, palabra reverenciada, pero parece que algunos sí lo hacen sin aprendizaje. Esto es una buena medida de la importancia que nuestra sociedad le da al conocimiento.