La furia de Tottenham todavía arde
Vecinos de la zona donde surgió la violencia en 2011 critican que se gaste en los Juegos y no en el barrio
LONDRES.Actualizado:Un coche patrulla está aparcado en el centro de la calle principal de Tottenham. A la misma altura de High Road, frente a la comisaria de este barrio del noreste de Londres, otro vehículo policial ardió hace justo un año. En pocos minutos del anochecer del 6 de agosto de 2011, el fuego saltó a tiendas y viviendas del distrito, en un estallido colectivo de furia por la falta de respuesta oficial a la muerte por disparos de la Policía de Mark Duggan, un conocido residente de la zona. La violenta protesta se propagó a otras áreas de la capital y brotó con fuerza en las principales ciudades de Inglaterra durante cuatro días.
Fueron los disturbios más graves desde los años 80, con cinco víctimas mortales, más de 2.500 negocios destruidos y decenas de casas quemadas. Participaron entre 13.000 y 15.000 personas, la mayoría estudiantes o jóvenes en paro. Más de 4.000 fueron detenidas y han sido procesadas hasta la fecha. El coste para la economía británica en compensaciones de aseguradoras se cifra en unos 360 millones de euros. La factura social es más elevada y no se ha terminado de pagar un año después de que ardiera el país que estos días acoge los Juegos Olímpicos.
«Nada ha cambiado, salvo que hay más policías en la calle. Nuestra situación es incluso peor. Nos detienen con cualquier excusa», protesta Antonio Jackson, un veinteañero que vivió los disturbios de Tottenham desde la distancia porque, según explica, «no quería más líos con los polis». Su amigo Leon coindice en que «los problemas continúan y nadie aporta soluciones». Ambos están convencidos de que cualquier incidente puede convertirse en la chispa de nuevos disturbios, aunque esta opinión no la comparten los mayores del barrio.
La desconfianza hacia la actuación de la Policía, unida a una profunda antipatía hacia las fuerzas del orden, se destaca entre las causas de la protesta desatada el verano pasado. Los distintos estudios también apuntan a la pobreza, a un sentido de injusticia por los recortes y otras medidas del Gobierno, alienación social o desigualdad económica entre los agravantes de los disturbios. Las estadísticas confirman que a los jóvenes negros se les detiene y cachea en una proporción más elevada que al resto de la población. En Londres, por ejemplo, el 11% de residentes son negros y el 28% de los arrestados cada año también lo son. En el distrito en torno a Tottenham se hablan 160 idiomas y el 64% de los menores de 19 años pertenece a etnias minoritarias.
La revuelta se convirtió en un acto de «venganza contra la Policía», de acuerdo con un análisis del diario 'The Guardian' y la London School of Economics. A Mayblane, madre de tres hijos, le costó creer que su barrio estaba en llamas y el miedo la confinó en casa. «Pero realmente no me sorprende que hubiera disturbios. Los jóvenes no siempre saben cómo expresar su ira y frustración. Hubo oportunistas que aprovecharon el descontrol para saquear las tiendas, pero también muchos espectadores que salieron a la calle a ver el follón. No nos están contando la verdad de lo qué pasó ni de quiénes son los culpables», dice.
Leif Waldock pasea con su perro, un boxer bulldog, frente a un solar vacío de High Road. Es uno de los muchos huecos dejados por los incendios que el Ayuntamiento de Tottenham quiere rellenar con las marcas comerciales que antes los ocuparon. Las tiendas ya tienen las fachadas restauradas y los escaparates nuevos. «Muchos tenían razones genuinas para protestar, aunque para otros fue una excusa para cometer crímenes. La comunidad ha salido reforzada y hay un espíritu de vecindad más fuerte que en otras zonas de Londres», explica Waldock.
«Más unidos»
Los lazos comunitarios se traducen en vigilia y ayuda mutua frente a las fuerzas del orden, además de empeño por reconstruir el distrito. «Aún hay mucho genio entre la gente de mi edad pero ahora estamos más unidos», dice Sarah, de 19 años. Soraya ha encontrado trabajo en los barcos del canal que conduce hasta el Parque Olímpico y, según explica, «cada vez que la poli detiene a un chico, salta la voz y todo el mundo corre a vigilar la situación». «El problema», añade Belinda Holloway, de 18 años, «es que no hay nada aquí para los jóvenes, ni para poder entretenernos ni para trabajar».
La drástica transformación de la muy cercana sede de los Juegos no pasa inadvertida a los vecinos de Tottenham. «Hay dinero para regenerar Stratford, pero nuestro barrio se queda a la cola. Si los disturbios hubieran arrasado Chelsea, la respuesta del Gobierno habría sido inmediata», se queja Sarah. «Sí», coincide Jack mientras se ocupa de sus tres sobrinos, «se invierte en los Juegos, pero no en regenerar Tottenham».
La autoridad local publicó esta semana un plan de regeneración que promete 10.000 viviendas y 5.000 puestos de trabajo para 2025. El proyecto es tan ambicioso como vago en la creación de empleo, pero cuenta con un atractivo pilar en el equipo local de la Premier League: el Tottenham Hotspur va a construir un nuevo campo rodeado de bloques de casas y un complejo comercial. «El barrio va a cambiar con el estadio», dice ilusionado Leif Waldoch, un hincha del equipo inglés.