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MUNDO 'BRITISH'

Los ingleses presumen de salud

Londres sorprendió al incorporar en la ceremonia inaugural de los Juegos el Servicio Nacional de Salud como símbolo de orgullo

ÁLVARO SOTO
MADRIDActualizado:

Decenas de camas deslizándose en un estadio de atletismo. ¿Un hospital de campaña tras un atentado o después de un huracán como el 'Katrina'? No. La ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres, aunque resulte increíble. Porque pocos países, para mostrar lo mejor de sí mismos, aquello de lo que se sienten de verdad orgullosos, enseñarían al mundo las excelencias de su sistema sanitario (da risa pensar que los españoles hubieran hecho lo mismo en Barcelona'92). Pero en esto, como en tantas cosas, los británicos también son diferentes.

El Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés) es uno de esos logros colectivos que una sociedad solo valora cuando falta, o cuando llegan los recortes. El director de la ceremonia inaugural, Danny Boyle, lo sabía, y pensaba en ponerlo al nivel de la revolución industrial o incluso, de la Reina de Inglaterra, mientras planificaba que una legión de enfermeras invadiera la pista de atletismo del estadio de Londres.

Antes de la Segunda Guerra Mundial, la asistencia sanitaria en el Reino Unido era un privilegio de los ricos. A los pobres, o sea, a la mayor parte de la sociedad, solo les quedaba acudir a los hospitales de caridad. En cualquier caso, a partir de 1938, el Gobierno británico comenzó a estudiar la posibilidad de implantar un sistema sanitario nacional. Los primeros años de la guerra frenaron el intento, pero a partir de 1942, el Parlamento británico dio los pasos definitivos. En 1946 vio la luz la National Health Service Act 1946, el pilar fundacional de un sistema público que ya no dejó de crecer hasta los años 70: primero, con la creación de 14 hospitales en Inglaterra y Gales. Después, con el desarrollo de una red de centros de atención primaria. Y finalmente, con la puesta en marcha de otras iniciativas, como la creación de clínicas de maternidad, la aparición de la atención domiciliaria, la extensión de programas para mejorar la higiene en las casas…

Pero tras años de gloria, dos factores comenzaron a poner en apuros el NHS. La crisis del petróleo de los 70 dejó a Reino Unido en grandes problemas económicos que obligaron a recortar los presupuestos sanitarios. Y el 'huracán Thatcher' trajo la entrada del sector privado en los servicios de salud. Ante semejantes obstáculos, y pese al inicial impulso de los primeros años de Tony Blair, que luego se quedó en nada, el NHS nunca volvió a ser el mismo. Los recursos son limitados y la población cada vez está más envejecida, lo que obliga a destinar más dinero para mantener los mismos servicios. Por estas razones, uno de los grandes debates de la agenda política británica continúa siendo la reforma, para su viabilidad, del NHS. Pero en cualquier caso, el NHS es un sistema sanitario del que los británicos sienten orgullo. Y por eso le ponen una medalla de oro.