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Kofi Annan, en la sede de la ONU de Ginebra. :: AFP
MUNDO

La sangría en Siria pudo con Kofi Annan

Al renunciar a su mediación, el diplomático censura «la falta de unidad» y la inacción en el Consejo de Seguridad de la ONU

MIKEL AYESTARAN
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Cinco meses. Este ha sido el tiempo que ha necesitado Kofi Annan para percatarse de que «es imposible para mí o para cualquier otra persona convencer al Gobierno y a la oposición de dar los pasos necesarios para abrir un proceso político» en Siria.

Harto de chocar constantemente contra un muro, cansado de viajar tocando puertas por las capitales de los países implicados en el conflicto y decepcionado por «no haber recibido todo el apoyo que la causa precisaba», el diplomático africano anunció su decisión de no seguir al frente de la misión de Naciones Unidas y la Liga Árabe, pero quiso dejar un hueco al optimismo asegurando que «Siria todavía puede ser salvada de la peor de las calamidades», aunque para ello depende de que «la comunidad internacional muestre el liderazgo necesario».

El nombramiento del Premio Nobel de la Paz de 2001 como mediador en febrero trajo algo de esperanza a un conflicto que entonces duraba ya un año y acababa de despedir a una misión de observación árabe que no cumplió con las expectativas creadas. Trescientos cascos azules se desplegaron en todo el país para velar por la implantación de un plan de paz de seis puntos, que desde el primer día fue papel mojado. Damasco prometía el alto el fuego, pero nunca retiró sus tanques de las calles; la Liga Árabe pedía respeto al plan, pero en la práctica apostaba por la militarización del conflicto, algo que los observadores siguieron en primera persona.

«Acción urgente»

En su adiós, Annan criticó «la falta de unidad» del Consejo de Seguridad de la ONU en un momento en el que «los sirios necesitan acción» de forma urgente, y censuró la manera de actuar de los miembros permanentes de este órgano (China, Rusia, EE UU, Francia y Reino Unido), que se limitan a «apuntarse con el dedo e intercambiar descalificaciones». Esta salida escenifica el fracaso de la diplomacia en un momento en el que las armas suenan cada vez con más fuerza sobre el terreno. El régimen combate por mantener el control en Damasco y Alepo y ha perdido fuerza en buena parte de las zonas rurales, ahora en manos del Ejército Sirio Libre y de grupos yihadistas que han respondido a la llamada de la guerra santa.

Desde el inicio de la crisis, China y Rusia se erigieron en el escudo diplomático de Bashar el-Asad y han ejercido en tres ocasiones el derecho de veto para frenar resoluciones del Consejo de Seguridad.

Consciente del muro formado por Moscú y Pekín, Annan apostó por un plan de consenso de seis puntos y por intentar convertir a Irán, el gran valedor del régimen sobre el terreno y puente posible con rusos y chinos, en parte de la solución. El plan, cuyo pilar era el alto el fuego de ambas partes, recibió el apoyo unánime de la comunidad internacional, pero ésta no dio entrada en el juego a la república islámica, un invitado al que EE UU y los países del Golfo no quieren ver en la mesa de negociación.

«Kofi Annan se merece nuestra más profunda admiración por la manera desinteresada en la que ha puesto sus formidables capacidades y prestigio en este cometido, el más difícil y potencialmente menos agradecido», señaló el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, quien dijo estar «en deuda» con Annan por «todo lo que ha tratado de lograr».

El organismo internacional, cuyo mandato concluye el día 19, busca a un sustituto, pese a que la misión de observación permanece 'congelada' desde mediados de junio por los problemas de seguridad. Apenas 150 cascos azules siguen en Siria y algunos funcionarios del organismo consultados por este medio mostraron sus dudas sobre el futuro de la misión.