Un adolescente mata en China a nueve personas e intenta suicidarse
El caso provoca un debate sobre la violencia creciente en el país, donde ansiedad y disparidades sociales forman un cóctel letal
SHANGHÁI. Actualizado: GuardarLi discutió el miércoles con su novia, y cuando por la tarde fue a buscarla a su casa lo hizo con intención de matar. Pero no a ella, sino a los parientes que estaban en ese momento en el hogar familiar. El adolescente de 17 años se presentó allí con un cuchillo, y acabó con la vida de dos de ellos. Luego salió a la calle y continuó la carnicería. Acuchilló hasta la muerte a siete vecinos de Fushun -uno murió en el hospital-, en la provincia norteña de Liaoning, e hirió a otros cuatro. Según la agencia de noticias oficial Xinhua, la Policía lo capturó cuando se preparaba para suicidarse saltando desde lo alto de un edificio. El motivo de la discusión se desconoce, y los datos divulgados son mínimos, pero ahora Li se enfrentará a la pena capital.
Los asesinatos en serie y los homicidios masivos no son exclusivos de Occidente. De hecho, en China están en alza. El del miércoles es solo el último de una larga serie de sobresaltos que sacuden a una sociedad que, curiosamente, con el crecimiento económico se siente cada vez más insegura. «Las desigualdades sociales, la brecha entre pobres y ricos, provoca tensión y ansiedad en una población que, como demuestran las encuestas, no es más feliz con la mejora de la calidad de vida», analiza para este periódico el sociólogo de la Universidad de Fudan, en Shanghái, Xu Anqi. «Se está poniendo demasiado énfasis en lo material, y no conseguirlo provoca decepción y violencia».
Así, cada vez son más habituales los sucesos en los que alguien acaba muriendo de forma violenta y sin que queden claras las razones que los motivaron. Es el caso de un hombre que, también armado con un cuchillo, el pasado día 19 tomó como rehén a una de las vigilantes del metro de Pekín. Antes no se conocían, y no parece que hubiese ningún roce previo entre ambos. Cuando la hirió en el cuello, los policías que se habían desplazado hasta la estación para tratar de hacerle entrar en razón, tomaron la iniciativa y le dispararon a la cabeza.
«Nuestros agentes son tan violentos como los delincuentes. En China la vida vale muy poco», escribía un usuario de Weibo en el debate que surgió sobre la idoneidad de la decisión que tomó el tirador, al que se le concedió una medalla días después. «Ante el aumento de la violencia no podemos vacilar en aplicar la ley», le contestaba otro.
Un nuevo caso ha dado alas estos días a quienes piden que la pena de muerte se aplique con severidad: Zhang Yongmin, que fue condenado en 1979 a perecer frente a un pelotón de fusilamiento por asesinato, reapareció por sorpresa en 2008 y se llevó por delante once vidas más hasta que fue capturado el pasado mes de mayo. Localizaba a sus víctimas en un estrecho callejón cercano a su casa, las mataba por la espalda, y luego las troceaba. Nadie sabe por qué quedó en libertad, aunque varios cargos policiales ya han sido destituidos en relación con el caso, y muchos consideran que su historia demuestra que los asesinos nunca dejan de serlo. De hecho, cuando fue detenido aseguró no sentir compasión alguna, y se negó a pedir perdón. Ha vuelto a ser condenado a muerte.
Actos irracionales
«Si bien el apoyo popular es cada vez menor en lo referente a la aplicación de la pena capital en casos de delitos económicos, en los crímenes de sangre no hay duda», explica Xu, «y creo que la sociedad está mucho más preocupada por el cariz irracional que demuestran muchos homicidas desde los asesinatos de las escuelas de 2010».
En solo dos meses de aquel año, varios ataques en colegios de diferentes provincias dejaron una docena de niños muertos. Todos los asesinos se sentían abandonados por la sociedad, y decidieron pagarlo con los objetivos más fáciles.