El cine reparte medallas
Los Juegos Olímpicos han inspirado películas que exaltan la épica, el patriotismo y el espíritu de sacrificio
Actualizado:Los Juegos Olímpicos se prestan a la épica. El deporte es una buena excusa para cualquier cosa, desde hacer apología del patriotismo hasta poner en solfa el 'american way of life'. En caso de que se prefiera el séptimo arte al evento de los cinco aros, ahora, con Londres 2012 copando la programación de las televisiones, es una buena oportunidad para revisitar algunos filmes. Muchos de ellos ensalzan el esfuerzo y el espíritu de sacrificio, si bien otros exudan sensualidad.
La primera película sobre los Juegos Olímpicos se rodó durante los Juegos de Berlín de 1936 en el momento de mayor exaltación del régimen nazi. Fue Leni Riefenstahl, antigua actriz y cineasta, quien propuso la filmación de los Juegos a la cúpula nazi. Goebbels, el mayor propagandista del Tercer Reich, aceptó la idea con entusiasmo: qué mejor ocasión para mostrar al mundo la supremacía de la raza aria. La película, a la que no se le puede negar su gran belleza y grandiosidad, posee toda la parafernalia imaginable: música wagneriana, la antorcha olímpica viajando de manos de un atleta a otro desde la antigua Grecia hasta el estadio presidido por Hitler; el discóbolo de Mirón cobrando vida en los atletas alemanes, en fin, todo lo necesario para demostrar que Alemania era la única y digna heredera de la excelencia griega (nótese la ironía histórica del asunto). El montaje es obra de un manipulador consumado. Los triunfos de las 'razas inferiores' eran abucheados por los espectadores o minimizados. En la película se decía, por ejemplo, que la primera victoria del atleta negro Jesse Owens se debía «a que tenía el viento a favor». Goebbels y sus secuaces presionaron a Riefenstahl para que excluyera esa y otras victorias del filme, aunque ella resistió las coerciones. Y es que los éxitos de Owens eran tan importantes que hubiese sido demasiado grotesca su eliminación del documental.
Todos los Juegos han tenido lo que podría llamarse su película oficial. En Barcelona 92 este cometido fue encargado a Carlos Saura, que realizó 'Marathon', en la que no hay más hilo conductor que la figura del atleta, y donde la impronta de Saura se aprecia, fundamentalmente, en el amor a los detalles: miradas de fracaso y extenuación, piernas que corren, la lucha contra el cronómetro. Saura quiso hacer un filme intimista y lo consiguió, aunque el resultado dejó indiferente al público. La cinta fue un fiasco desde sus orígenes: se intentó que la rodara Hugh Hudson, el director de 'Carros de fuego', quien rechazó el encargo.
Setenta años después de 'Olympia', en 2005, otros Juegos alemanes sirvieron de inspiración a Steven Spielberg para dirigir 'Múnich', una película histórica con factura de thriller que tiene como contexto la tragedia ocurrida en los Juegos Olímpicos de Munich de 1972, donde fueron secuestrados y posteriormente asesinados once atletas israelíes por Septiembre Negro, un grupo terrorista palestino.
Un judío y un cristiano
'Carros de fuego' es, quizá, la película más famosa que versa sobre los Juegos Olímpicos. Rodada en 1981 y basada en hechos reales, relata la historia de dos velocistas británicos que se preparan para acudir a los Juegos de París de 1924. Los protagonistas son Harold Abrahams, judío, y Eric Liddell, un devoto cristiano, dos hombres con dioses distintos y un concepto muy distinto también de la competición. El conflicto de la película se centra en la negativa de Liddell a correr en domingo como consecuencia de sus creencias religiosas, y la presión de su país y de sus compañeros para que compita. Ganadora de cuatro Oscars, la banda sonora de Vangelis y las escenas a cámara lenta de la película durante las carreras, que después fueron copiadas hasta la saciedad, son otros de los alicientes de esta magnífica película.
El deporte puede ser un pretexto perfecto para satirizar el sueño americano. Es lo que ocurre con 'El descenso de la muerte', de 1969, protagonizada por Robert Redford, cuyo personaje está supuestamente basado en los esquiadores Billy y Spider Sabich, que triunfaron en los Juegos de Invierno de 1964 y 1968.
Tan tórrida como prescindible es 'Su mejor marca' (1982), de Robert Towne, película en la que Hollywood hacía una pionera incursión en el cine lésbico. Como atractivo añadido aparece Mariel Hemingway, que venía de interpretar nada menos que 'Manhattan', de Woody Alllen. 'Su mejor marca' levantó mucha polvareda por sus escenas de alto voltaje erótico, lo que perjudicó su distribución. Para mayor morbo, el estreno de la película coincidió con una portada de la nieta del escritor norteamericano en la revista 'Playboy', circunstancia que hizo que la cinta se convirtiera en un icono para las mujeres homosexuales.