ZÓON POLITIKON (I)
Actualizado:La etología no atribuye a la especie humana mayores dotes que las propias de un mamífero bípedo erecto, dejando para el genio del estagirita Aristóteles el catalogarnos como animales sociales, y por ende, políticos. Así en el Libro I de su ‘Política’, no siendo taxónomo, acuña el concepto de ‘zóon politikon’ para clasificarnos. Siendo así, hemos de convenir que existe una predeterminación evaluadora, obrando como memoria de la especie, que nos induce a existir socialmente. Esta instancia, por las atribuciones del libre albedrío, no puede considerarse una condena, ya que siempre queda a libre disposición de nuestra especie el recurso al disfrute de la vida cenobita.
Excepciones aparte, pues, no existe otra posibilidad de progreso de la especie humana que no sea consecuente con los preceptos de obligado cumplimiento que impone la Sociedad, la llamada innecesariamente civil. Ésta, a través de la soberanía de la Nación, se autogobierna. Este aserto jurídico y politológico cobra especial sentido en este año votivo y en esta ciudad votiva, si bien conviene recordar que el concepto de Nación, no corresponde exactamente al concepto de Pueblo, pues ésta tutela el derecho regulado de la nacionalización, no existiendo, por el contrario, el concepto jurídico de popularización.
Entendemos como conveniente, en estos tiempos de zozobra, tener definitivamente claro que es la Nación la que rige los destinos del Estado, delegando su gestión transitoriamente a los Gobiernos. Esta es la estructura administrativa, sea cual sea la ideología que lo ilustre, si existe y si lo ilustra, ya que debemos respetarlo sea cual sea el partido político que sustente a los Gobiernos. Este sencillo esquema, nos insta a cargar con el peso inherente a la responsabilidad colectiva de autogobernarnos y de financiar al Estado, desde otra lectura sencilla: a todo derecho corresponde una obligación.
Homologar a la Sociedad, a la Nación, con una grey lanuda, es, cuanto menos, un yerro cobarde. Si la Nación se siente asediada por los llamados puerilmente ‘mercados’, debe analizar las razones de este asedio. Lo que está en cuestión es nuestro modelo de Estado, no el modelo de Sociedad de filosofía de vida meridional, anhelo de todas las Naciones norteñas. Él es el considerado insolvente e ineficaz, por prolijo e insufragable. España, como país, como Estado y como Nación, es solvente. Siempre hemos pagado lo adeudado, y los ‘mercados’ lo saben, pero no creen que podamos seguir cumpliendo lo pactado, por la ineficacia recaudatoria y productiva de nuestro modelo de dispendioso Estado.
A la Nación compete, en exclusiva, el cambio de este modelo áspero de Estado. Es la Nación la última responsable del adeudo del billón de euros que adeudamos, aunque la deuda la haya contraído el Estado por delegación, y a ella compete el saldarla. Lo imposible es más sencillo de realizar que lo difícil.