Ramón Sánchez Heredia, un misionero de la política
MIEMBRO DEL COMITÉ ÓSCAR ROMERO DE CÁDIZ Actualizado: GuardarNadie duda de que estemos rodeados por demasiados políticos mediocres, ineptos, codiciosos e insolidarios, que anteponen los intereses partidistas y personales a las responsabilidades para las cuales fueron elegidos. Y seguro que a la mente se nos vienen, de inmediato, muchos de esos lejanos o cercanos rostros, que tanto daño están produciendo a la sociedad en general, y sobre esta Comarca en particular.
Pero también existen personas honestas y trabajadoras a lo largo de todo el abanico político. También se les reconocen fácilmente, sobre todo cuando no se está 'condicionado' en la apreciación. Una de ellas, gracias a su gran espíritu luchador, nos ha dado el regalo de volver a Cádiz.
Ramón Sánchez Heredia, con sus hechos y con su coherencia de vida, dignifica a la Política porque la entiende, la predica y la practica como un servicio a la Comunidad.
Nunca ha sido un vividor de ella, sino un servidor. Abraza a la verdad y desprecia la mentira. Amante del diálogo y la conciliación y enemigo del insulto y la desavenencia. Ejemplo de austeridad y no del despilfarro. Transparente y no hipócrita. Trabajador incansable y no vago apoltronado. Nunca rehúye los problemas, más bien se acerca para intentar solucionarlos. Todos sabemos que no utiliza a la política como un surtidor de beneficios y favores, sino todo lo contrario. Todos sabemos que le cuesta tiempo, mucho tiempo, angustias, insomnios y dinero.
Luchar por hacer realidad el sueño andaluz que predica su himno, implica una gran capacidad de amor. Él no utiliza mediáticamente a Blas Infante, él representa el verdadero espíritu del padre de la patria andaluza. Él no explota el andalucismo, él es Andalucía. Su alma está impregnada de toda esa rica, y no chabacana, mezcolanza de culturas que definen al auténtico andaluz. El pretende una Andalucía libre, pero española. Alegre, pero culta. Adelantada y no estancada. Dinámica y no ociosa. Democrática, pero no sometida. Sin señoritos antiguos, ni modernos.
Ejerce la solidaridad porque dispone del carnet profesional del verdadero ser humano: Sencillo, pero profundo. Humilde, pero grande. Siempre despreciando a la destructiva e interesada crítica, pero acariciando a la fértil denuncia, cuando es certera y objetiva. Silencioso como los ríos hondos y nunca ruidosos como los arroyuelos. Ramón es feliz porque se alegra y lucha por la felicidad de los demás.
Como militante admirable de la solidaridad, que es, lleva más de quince años colaborando, como abogado voluntario, con una significativa asociación gaditana. ¡Cuántos jóvenes, mujeres y familias sin recursos se han beneficiados gratuitamente de su buen hacer profesional! Y es que una persona demuestra su grandeza en la forma que trata a los más pequeños, a los más humildes, a los más desprotegidos. Al igual que Diamantino García, Ramón es un gran defensor de las causas perdidas, de las causas de los pobres, porque está convencido de que, en las causas de los perdedores es donde, muchas veces, se encuentra la verdad.
En un mundo donde nadie quiere cruces, solo medallas, Ramón, afronta con gallardía, humor, valentía y tesón, los mil y un problemas que cotidianamente se les presenta, sin pretender reconocimiento alguno, sólo eso; solucionarlos.
Supera admirablemente cansancios y decepciones, gracias a la fortaleza que le otorga el Dios de Jesús de Nazaret en el que cree. «Es quién me manda las fuerzas y no los problemas», suele decir. Su pasión por el Sueño de Jesús y su Evangelio, es quien lo guía. El amor de su noble corazón no tiene límites, y la generosidad de su alma, no conoce fronteras. Por eso, aunque durante estas tres semanas no nos haya hablado, su espíritu sí ha continuado tocando nuestras conciencias, como siempre, a través de las múltiples huellas de humanidad y espiritualidad que continuamente nos deja.
Decía Casiano Floristan: «Quiere mi voz proclamar hasta la agonía, que vale la pena vivir y luchar, amar y sufrir, cantar y arriesgar porque el amor es más fuerte que la muerte, y, al final, está la Vida».
¡Gracias Ramón, por continuar con nosotros!