PASIVIDAD EUROPEA
Actualizado:Vayamos o no a un rescate de España, es innegable el deterioro progresivo de la Unión Económica y Monetaria. La estructura del euro esta mal diseñada y produce divergencias económicas entre sus miembros, bien ilustradas por las diferencias en las primas de riesgo. La pasada semana, al mismo tiempo que se aprobaba en el parlamento alemán y en el eurogrupo el rescate bancario español, Angela Merkel se permitía el lujo de decir que no sabía si la moneda única sobreviviría y en nuestro país la prima de riesgo se disparaba y la bolsa se desplomaba. Ya no hay un mercado financiero de ámbito europeo y, a pesar de ello, el Banco Central Europeo se resiste a actuar como prestamista de última instancia.
Aunque lo hiciera, serían necesarias además medidas inmediatas muy contundentes a nivel europeo y más ayudas financieras externas de la que en un principio parecerían necesarias. No estamos viendo ninguna de estas dos cosas. La creación de una unión bancaria, llena de condiciones y garantías, no tendrá lugar hasta finales de 2013, si todo va bien. Sin un salto cualitativo en los próximos meses, el euro no sobrevivirá en su forma actual. La pasividad europea se entiende desde la visión de la crisis predominante en Alemania. Hay al menos cuatro razones por las que hasta ahora el principal país del euro no reacciona de forma suficiente. En primer lugar, la mentalidad alemana le lleva a hacer todo conforme a reglas prestablecidas, en su Constitución, los tratados europeos, o el estatuto del Banco Central Europeo.
En segundo lugar, Alemania, disfruta de la financiación más barata de su historia y de oportunidades nunca vistas para sus empresas, que pueden comprar a mitad de precio en los países con dificultades. En tercer lugar, existe el convencimiento de que se está castigando los excesos de los países del Sur, despilfarradores e incapaces de cuadrar sus cuentas sin disciplina externa. Finalmente, muchos políticos alemanes no entienden del todo los mercados financieros. Les parecen un casino global inventado por los anglosajones en el que es mejor no apostar mucho. Esta sana distancia les lleva a no entender la capacidad de los mercados a la hora de cuestionar la irreversibilidad del euro y a juzgar mal los tiempos que quedan para apuntalarlo. El riesgo es que Berlín no calcule la fuerza del tsunami en marcha y que, cuando quiera reaccionar, sea demasiado tarde.