Moliner, tras su elección como presidente del Consejo. :: M. H. DE LEÓN / EFE
ESPAÑA

«Del pueblo con ovejas» a la cúspide judicial

Accedió a la carrera judicial con 25 años y llegó al Supremo con 53, es miembro de su sala de gobierno y es crítico con la reforma laboral Gonzalo Moliner Magistrado del Supremo

MADRID. Actualizado: Guardar
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Volvía ayer de Valencia en su vehículo cuando sonó su móvil. Era el vocal del Consejo Miguel Carmona. Pasaban unos minutos de las diez de la mañana cuando Gonzalo Moliner contestó a la llamada, pero al otro lado no estaba su amigo Carmona, sino el presidente interino del órgano de gobierno de los jueces, Fernando de Rosa. Fue el primero en darle la buena nueva nada más conocer el resultado de la votación. En realidad no fue una sorpresa para Moliner. Ya el domingo por la noche había recibido alguna llamada que le advertía de la posibilidad de que saliera su nombre, aunque en todas las quinielas estaba por delante su compañero en el Tribunal Supremo José Ramón Ferrándiz.

Así las cosas, la llamada llegó y en las dos horas que el nuevo presidente tardó en llegar a Madrid repasó toda su vida judicial. Una vida de 43 años de carrera para un hombre de 67, casado y con un hijo. Casi nada para este valenciano que lo primero que acertó a decir nada más llegar al Consejo fue «ilusión» y «miedo» ante la que se avecina, aunque espera que todo salga «la mar de bien».

Posteriormente, este magistrado del Supremo, presidente de la Sala de lo Social, subió a la planta noble de la sede del gobierno de los jueces para conocer a los 20 vocales. Fue una conversación amigable, en la que Moliner comenzó recordando su infancia en un «pequeño pueblo con ovejas», Fuente la Reina, en Castellón, y el inexplicable destino que le ha llevado hasta la cúspide judicial, la responsabilidad de presidir el sillón del tercer poder del Estado, al menos hasta septiembre de 2013, cuando caduca el mandato de este Consejo.

Consenso general

Su amigo Carmona, adalid de su candidatura junto al tirón final de De Rosa y al visto bueno de Alberto Ruiz-Gallardón, le presentó como un magistrado muy apto para el cargo, que ingresó en la carrera judicial con 25 años, que ha tenido experiencia de gestión en órganos colegiados como la sala de gobierno del Tribunal Superior de Valencia y luego en el Supremo, donde llegó en 1998.

Por ello se valoró su «proyección de futuro» para el resto del mandato del Consejo, dada su capacidad de consenso y su aceptación general entre los magistrados. Pero también su mano derecha con aquellos vocales que tienen otra procedencia diferente a la judicial, que al final le han aupado a la presidencia del Consejo y del Supremo en sustitución de Carlos Dívar.

De su trayectoria en el alto tribunal se ha puesto la mira en lo más reciente, su dura crítica a la reforma laboral del Gobierno de Mariano Rajoy. En un encuentro con jueces en Cádiz la tildó de «precipitada y problemática, ya que permite al empresario rescindir un contrato en un tiempo indeterminado y sin causa». También llegó a tacharla de «preconstitucional» en una revista jurídica. Vamos, que no le gusta. No es la mejor tarjeta de presentación para el PP.