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Exculpada tras mentir sobre la paternidad de sus hijas

La mujer dijo que nacieron por fecundación artificial pero las tuvo con su amante

JAVIER PEÑALBA
SAN SEBASTIÁNActualizado:

El Tribunal Supremo (TS) ha dejado sin efecto una condena impuesta a una mujer que hace cuatro años fue sentenciada en San Sebastián a indemnizar a su marido después de que durante diecisiete años le hiciera creer que las dos hijas que había tenido eran producto de técnicas de fecundación artificial cuando en realidad habían sido concebidas con un amante. La esposa y su compañero sentimental fueron condenados a indemnizar con 117.000 euros al marido por el «daño moral» que le produjo saber que había sido engañado.

El alto tribunal ha dejado sin efecto este fallo y, al igual que también lo hizo la Audiencia Provincial, ha dado la razón a la mujer así como a su pareja. El TS no entra a valorar el fondo del asunto y declara prescrita la acción judicial que el marido había iniciado. Considera que transcurrió más de un año desde la fecha en la que fue dado de alta por las secuelas que sufrió hasta que formalizó la denuncia, "lo que obliga a estimar agotado el plazo para ejercitar la acción de reclamación", señala el tribunal.

El caso ahora examinado por el Supremo tiene su origen en una demanda que el exesposo interpuso contra su exmujer y la pareja de ésta y al que Juzgado de Primera Instancia número 5 de Donostia dio la razón en 2008. El matrimonio se casó en 1975 y tras varios años en busca de descendencia, se sometió a unas pruebas en el Hospital de Cruces que desvelaron que el varón era estéril a causa de una enfermedad que padeció en la infancia. Pese al resultado, el matrimonio, de común acuerdo, intentó realizar alguna terapia para modificar la situación y poder procrear, pero no dio resultado.

"Clandestina"

Los esposos valoraron entonces la posibilidad de que la mujer se sometiera a una inseminación artificial de donante anónimo como "solución factible para tener hijos", según indicó el juez en la primera sentencia que se dictó sobre el caso. La resolución detalló asimismo que los cónyuges convinieron en seguir adelante con la inseminación y que fue la mujer quien expresó al marido que la intervención se llevaría a cabo en una clínica donostiarra en la que ella trabajaba y que ni siquiera hacía falta que le acompañara. En este sentido, le dijo que solicitaría ayuda a algunos médicos del centro y que estos se lo harían "en términos de favor, como amiga y colaboradora" que era de ellos.

El juez calificó entonces de "clandestina" la fase de inseminación que la mujer propuso a su marido. Pese a todo, el esposo aceptó y pensó que su mujer acudía a un centro médico para la fertilización. "Y así lo creyó en todo el tiempo que vivió con su esposa y sus hijas hasta el año 2006" en que se separaron.

La primera sentencia estimó probado que la mujer, "de forma totalmente unilateral", acudió a quien hoy es su actual pareja y le propuso abiertamente tener un hijo con él sin necesidad de recurrir a la inseminación artificial, y sí mediante la utilización del método natural, es decir con repetidas relaciones sexuales. Todo este proceso se desarrolló a espaldas del marido, según sostuvo el juez de instancia.

Distanciamiento

Fruto de las relaciones de la mujer, en agosto de 1989 nació la primera de las hijas y en el mismo mes de 1991, la segunda. Al igual que en el caso anterior, a la familia se le hizo saber que la concepción había sido por fecundación artificial. En los años posteriores, el matrimonio fue distanciándose hasta que en abril de 2006 decidió separarse. Fue una ruptura de mutuo acuerdo y en modo alguna condicionada por la paternidad de las hijas, ya que en esas fechas el marido seguía creyendo que ambas eran fruto del proceso de inseminación asistida.

El marido supo al poco de la separación que durante diecisiete años había sido engañado. Y fue el padre biológico de las niñas quien le informó de los hechos. La revelación se produjo durante una entrevista de carácter profesional que ambos mantuvieron. Los dos se conocían de tiempo atrás. En el aquel encuentro, el marido le preguntó si veía a sus hijas, ya que estas habían cambiado de residencia y residían en el mismo pueblo que el amante. Este le respondió que sí, que, al igual que su exmujer, residían con él porque él era el padre biológico. Las hijas sabían quién era su padre desde hacía varios años y, sin embargo, nunca se lo hicieron saber.

Fue el conocimiento de todos estos hechos lo que hizo que el acusado comenzase a entrar en una fase de depresión. En el juicio, la esposa explicó que su marido sabía de las relaciones sexuales que mantenía con su amigo y que lo aceptó voluntariamente.