Queremos promesas
Actualizado: GuardarEl presidente del Gobierno aludió este miércoles por primera vez en sede parlamentaria y en una intervención solemne a las expectativas a medio y largo plazo, esto es, a la salida de la crisis, a la existencia de una luz al final del túnel. Literalmente, se preguntó: «¿servirá de algo tanta estrechez?». Y se respondió acto seguido: «sí, con seguridad».
Uno de los grandes temas de la campaña electoral del PP fue el de la crítica al «optimismo antropológico» de Rodríguez Zapatero, aquella predisposición del anterior presidente del Gobierno a ver siempre el vaso medio lleno. En consecuencia, el recién investido presidente Rajoy ha tenido mucho cuidado en no incurrir en la misma práctica, por lo que se ha guardado mucho de sugerir siquiera un horizonte pletórico tras el dramático tropiezo de la crisis.
Tal actitud, comprensible en un primer momento, estaba generando creciente tensión social. Los políticos democráticos no solo tienen la obligación de gestionar lo mejor posible los asuntos públicos: también deben ponerse al frente de las muchedumbres y conducirlas ilusionadamente a un futuro mejor, que debe explicitarse como objetivo para que se convierta en motor psicológico del progreso. Cuenta García Márquez en un inefable artículo cómo en un mitin del PRI mexicano en que el candidato alardeaba de rabioso realismo a la hora de formular su programa, los asistentes alzaron una gran pancarta que rezaba «basta de realidades, queremos promesas». La anécdota es de un modo u otro trasladable a cualquier contexto.
Verdaderamente, no es fácil hacer pronósticos estando como estamos en plena recesión, y tras adoptar un conjunto sobrecogedor de medidas procíclicas que, en primera instancia, intensificarán la caída del PIB. Sin embargo, ha llegado el momento de que el Gobierno cumpla con su obligación de estimular a una deprimida ciudadanía que tiene derecho a que sus gobernantes les devuelvan la ilusión de futuro, arrasada por los acontecimientos. Quizá las previsiones no acierten, quizá la recuperación ocurra súbitamente y sin que nadie se percate de su llegada, pero este Ejecutivo tiene el deber de liderar la sociedad, de restituir poco a poco los sueños de los ciudadanos.