El primer ministro de Rumania, Victor Ponta. :: AFP
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Ponta, el amo y señor de Rumanía

La UE exige más democracia y sigue de cerca al ambicioso primer ministro

VARSOVIA. Actualizado: Guardar
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La destitución del presidente de Rumanía, el conservador Traian Basescu, por el Parlamento, que será sometida a referéndum el próximo día 29, ha hundido al país balcánico en el caos y la incertidumbre. Partidos políticos de centroderecha y colectivos profesionales y cívicos de diversa naturaleza acusan al Gobierno de coalición de socialdemócratas, liberales y conservadores de Victor Ponta (la USL) de impulsar una maniobra política de gran envergadura para derrocar al molesto Basescu y controlar las principales instituciones. La Unión Europea (UE) comparte esta acusación y no oculta su preocupación por el futuro del Estado de Derecho en Rumanía.

El principal artífice de lo que está ocurriendo se llama Victor Ponta, un político de 39 años que salió prácticamente de la nada y en poco tiempo se vio catapultado a la primera línea de la actividad pública. Ponta es un hombre afable y hasta simpático, pero tras esa apariencia agradable se esconde un personaje turbio que ha sido acusado de plagiar parte de su tesis doctoral. Llegó a la jefatura del Gobierno el 7 de mayo, tras derrocar con una moción de censura al primer ministro conservador Mihai Razvan Ungureanu. Con 37 años se convirtió en presidente del Partido Socialdemócrata (PSD), formación heredera del antiguo Partido Comunista del dictador Nicolae Ceausescu.

Victor Ponta es una creación política de Adrian Nastase, un antiguo gerifalte del régimen anterior que después de la caída de Ceausescu se hizo socialdemócrata y delfín de Ion Iliescu, un personaje a su vez de oscuro pasado y próximo a los intereses de los dirigentes soviéticos que contribuyó al violento final del dictador comunista. El mentor político de Ponta, condenado el pasado 20 de mayo a dos años de prisión por corrupción electoral, fue un miembro activo de la nomenclatura comunista rumana y perteneció al sector duro y opuesto a la 'perestroika' de Mijaíl Gorbachov.

En 1983, por ejemplo, defendió públicamente la idea de que «los derechos humanos son un concepto retrógrado». Nunca pidió perdón por sus errores de juventud y en democracia tuvo una carrera política meteórica que le llevó a la jefatura del Gobierno en el año 2000. Como escribe el periodista rumano Mirel Bran en 'Le Monde', «Adrian Nastase destacó rápidamente por su afán de poder, su arrogancia y una tendencia a la corrupción».

Ponta heredó de Nastase la obsesión por el poder, la ambición y la falta de escrúpulos. En 1995, cuando acabó sus estudios de Derecho en Bucarest, se convirtió en fiscal. Pero el actual primer ministro socialdemócrata aspiraba a más y se dedicó a medrar. Seis años después, en 2001, se convirtió en uno de los principales asesores del corrupto Nastase cuando éste era primer ministro. Antes ya había colaborado con él en la Facultad de Derecho de Bucarest. Ponta contó con el apoyo de Nastase cuando presentó su tesis doctoral parcialmente plagiada, lo que demuestra las estrechas relaciones y complicidades tejidas entre ambos políticos.

El sociólogo Mircea Kivu explicó a este diario que aunque el presidente «Basescu se apartó del papel de mediador que le atribuye la Constitución y favoreció los intereses del partido PDL (centroderecha), al que perteneció, Ponta se ha apropiado de todas las instituciones del Estado y ha puesto en peligro la democracia. Su estrategia es totalitaria».

Por este motivo, hizo todo lo posible por impedir que el Constitucional dictaminara que al menos el 50% del electorado tiene que participar en el referéndum del día 29 para que el voto se considere válido.

Viaje a Bruselas

Su aliado liberal de coalición, Crin Antonescu, que asume la presidencia interina hasta la consulta popular, aseguró a las cancillerías europeas que Rumanía seguirá siendo un Estado de Derecho. En la misma línea, Ponta viajó hace unos días a Bruselas para tranquilizar a sus socios comunitarios, y calificó de «propaganda política» las críticas que recibe de sus adversarios. Bruselas le exigió más democracia y le amenazó con sanciones por haber debilitado las instituciones.

Esta semana, la UE hará un informe sobre el proceso de cinco años de pertenencia de Rumanía y Bulgaria y, como dice Mircea Kivu, «las perspectivas serán probablemente malas para mi país». A pesar de sus maniobras por acaparar poder e influencia, Ponta no tiene su futuro asegurado. El amo y señor de Rumanía tiene los pies de barro.