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Sheila Fernández, junto a Alberto Villullas, en la habitación de Valdecilla. :: ROBERTO RUIZ
Sociedad

«Es fácil dar un riñón a quien amas»

Un joven dona en vivo este órgano a su pareja, que ya recibió otro de su madre hace 25 añosSheila Fernández, de 31 años, se ha sometido al segundo trasplante renal de su vida en el Hospital Valdecilla de Santander

VICTORIA LEMAUR
SANTANDER.Actualizado:

«Un mínimo sacrificio mío ha supuesto la vida para mi pareja. Estoy muy feliz porque dar un órgano es mejor que ver consumirse a la persona que amas». A pesar de que hace solo 48 horas que le ha donado un riñón a su novia Sheila, Alberto Villullas habla con tranquilidad y con la felicidad reflejada en su rostro pero, sobre todo, con el convencimiento de haber hecho lo correcto.

La historia de estos jóvenes comenzó hace cuatro años y es el fiel retrato de lo que significan conceptos como entrega, amor y solidaridad. Ella, con insuficiencia renal crónica desde los tres años, atesora en su currículo la suerte de haber recibido a lo largo de su vida dos trasplantes renales de vivo con los que su existencia dejó de ser un constante ir y venir a los hospitales: el primero, de su madre Marisa, hace 25 años en La Fe de Valencia, y ahora el de su pareja, realizado en el hospital Marqués de Valdecilla.

Donar un órgano en vivo es sin duda una decisión trascendente cuando está en juego la vida de un ser querido, pero Alberto ha vivido en primera persona los problemas de salud de su novia desde el comienzo de su relación.

Por esta razón, cuando el riñón donado por Marisa dejó de funcionar y el tiempo comenzó su particular cuenta atrás, no se lo pensó dos veces y decidió ser él quien diera a Sheila una segunda oportunidad para seguir adelante con su vida.

«Mi madre me educó en la cultura de la donación. Ella no pudo hacerlo porque murió de cáncer y eso me marcó». Cuando llegó el momento, este joven vallisoletano lo tuvo claro: «Sabía dónde me metía y lo que implicaba, porque en esto no hay medias tintas, no hay vuelta atrás», dice sonriendo.

Marisa Luis es auxiliar de clínica en el hospital de León y ha vivido de forma directa el calvario por el que ha pasado su hija. Ella fue la primera valiente de esta historia llena de entrega que relata con vehemencia. «Es lo mejor que me ha pasado porque he tenido la oportunidad de darle la vida a mi hija dos veces. Se la di cuando nació y de nuevo hace 25 años. Estoy muy orgullosa y creo que soy una privilegiada».

Los problemas renales no tienen secretos para Sheila Fernández, una joven leonesa que gracias, ahora, al amor y la solidaridad de su novio podrá liberarse de la diálisis y llevar una vida normal. Las largas jornadas de pruebas y análisis para comprobar la compatibilidad comenzaron el otoño pasado en Valdecilla en una carrera de fondo contra la enfermedad y a favor de la calidad de vida.

A sus 31 años, Sheila conoce de sobra las limitaciones a las que le ha sometido la enfermedad, pero si algo la caracteriza es el optimismo. «El riñón de mi madre me duró 25 años pero, como sucede con las pilas, hay que cambiarlo cada cierto tiempo», dice con una amplia sonrisa.

De su devenir por los hospitales ha aprendido muchas cosas pero quizá la más importante es su fe ciega en los médicos, con los que -dice- «siempre he tenido mucha suerte». Para este nuevo trasplante pensó entrar en lista de espera para recibir un riñón de cadáver, pero su grupo sanguíneo dificultaba esta opción, por lo que se volvió a pensar en otro donante vivo. En esta segunda ocasión, la intervención se realizó en el hospital Marqués de Valdecilla, donde su madre encontró a un médicos de esos que hacen a uno creer en la profesión, el nefrólogo y coordinador de trasplante de vivo, Juan Carlos Ruiz San Millán.

Después de meses de pruebas, la suerte les acompañó en las compatibilidades clínicas, aunque solo la generosidad pudo tejer esta historia llena de amor.

Los juegos del destino hicieron que la intervención se programara para el 3 de julio, el día en que Alberto cumplió 29 años, metido en un quirófano. Sheila se encontraba en otro, a la espera de ese riñón regalado que le permitía soñar de nuevo con un futuro libre de la máquina de diálisis y, aunque los dos estaban cerca, no pudieron verse.

La operación de Alberto se realizó mediante laparoscopia y, a las 48 horas, se encontraba muy recuperado y «feliz». «No hay que pensarlo, me encuentro muy bien», explicó satisfecho.

La historia de Sheila es la de una vida jalonada de limitaciones y sufrimiento del que saben mucho los alrededor de 5.000 enfermos que en España esperan un órgano para sobrevivir. Donar un riñón en vida es una decisión muy importante, pero Marisa y Alberto lo volverían a hacer por un ser querido.