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Programa Rajoy

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El abrumador paquete de ajustes y reformas que el Gobierno Rajoy introdujo o avanzó en el último Consejo de Ministros y los recortes que les precedieron modifican los equilibrios en los que se basa todo estado social y alteran la percepción ciudadana del progreso y el bienestar como la acumulación paulatina de derechos adquiridos. Junto a ello la administración de una magnitud decreciente de recursos públicos retrata el peso específico que encarnan los distintos núcleos de poder en un sistema democrático y en un Estado compuesto. Esta misma semana los gobiernos autonómicos se han visto afectados por una intervención en cascada que, con su inicio en Bruselas, amenaza a algunos de ellos con medidas de supervisión directa de sus cuentas. Algo semejante ocurre en cuanto a la distribución de los ingresos disponibles en el seno del Ejecutivo, que conlleva un reparto desigual de los recortes presupuestarios entre los distintos ministerios, lo que en ocasiones responde a la ascendencia de sus titulares más que a criterios de prioridad de gobierno. Estos mismos días se han ido desgranando tantas medidas de ajuste y reforma que resulta imposible distinguir cuáles pueden obedecer a planteamientos de eficacia económica o, si acaso, de compensación social, y cuáles responden a componendas de última hora en el seno del gabinete. La influencia de los ministros había dependido hasta ahora, y principalmente, de su engarce en el partido en el poder. Pero las incertidumbres económicas han consagrado la autoridad tecnocrática sobre la gestión pública. La decisión de Rajoy de asumir personalmente la responsabilidad sobre el rumbo económico de su mayoría absoluta, evitando establecer una jerarquía que situara la cartera de Economía o la de Hacienda al frente del área, ha propiciado que el Gobierno basculara durante estos meses entre las reservas de Montoro y las prescripciones de De Guindos. Pero ese movimiento pendular, que se ha sustanciado en torno a la subida del IVA, no podía eternizarse en un juego de poder por parte del presidente Rajoy. Los ajustes y reformas apuntan en una dirección con la que el Gobierno está obligado a comprometerse en su conjunto. Si no caben las rectificaciones tampoco debería distraerse en componendas.

El presidente Rajoy y su partido se han visto obligados a revisar punto por punto los postulados y promesas con los que alcanzaron la mayoría absoluta hace ocho meses. Ello no ha sido únicamente consecuencia de que, una vez en la Moncloa, le sorprendiera un déficit público del 8,9% frente al 6% previsto. Responde también al hecho de que su programa electoral fue diseñado más en contraposición al tramo final del mandato de Zapatero y en la seguridad de que la alternancia política restablecería la confianza en nuestro país que a partir de un diagnóstico riguroso de las dificultades por las que atravesaba la economía española. La idea de que Rajoy y el PP contaban con un programa que el nuevo gobierno no ha podido llevar a la práctica pero cuyas líneas maestras retomarán con la recuperación que se dé en 2015 es, por ello, doblemente presuntuosa. El verdadero desafío que tiene ante sí Rajoy es dotar a su partido y a la política española del máximo posible de autonomía respecto a las exigencias y recomendaciones dictadas desde las instancias europeas e internacionales sin imputar a éstas todo el sesgo de sus decisiones.