«Los Reyes siempre me traían carbón; ahora es mi vida»
Bomberos, funcionarios o farmacéuticos salieron también a la calle para arropar las protestas de los mineros
MADRID.Actualizado:«Los Reyes siempre me traían carbón. Ahora es mi vida y me lo quieren quitar». Con estas palabras pronunciadas durante la manifestación en Madrid un joven minero leonés trató de explicar a un veterano sindicalista lo que supondrán para él los recortes de las ayudas públicas.
Aunque la mayoría de los reproches tenían como objetivo a Mariano Rajoy y su ministro José Manuel Soria, el anterior Gobierno socialista tampoco se salvó de la quema. Uno de los mineros asturianos se sintió especialmente decepcionado con José Luis Rodríguez Zapatero: «Son todos iguales, miran solo para ellos». Las palabras fueron oídas por un militante de Izquierda Unida, que le preguntó por su parecer sobre esta formación. «Vosotros nunca podréis gobernar», fue la respuesta tajante que recibió.
Algunos de los mensajes más llamativos se pudieron apreciar en las camisetas verdes y negras que portaron los mineros. «Prefiero rescatar a un minero que a un banquero», se leía en una de ellas. Los cascos también llevaban leyendas. Sobre ellos lucían desde mensajes de ánimo hasta el nombre de los hijos pasando por un directo «tu madre te quiere».
Los mineros no estuvieron solos. Varios colectivos profesionales se sumaron a la marea negra. Desde bomberos y funcionarios hasta farmacéuticos. Estos últimos, vestidos con su bata blanca, no dudaron en salir de su lugar de trabajo para aplaudir a las miles de personas partieron desde la plaza de Colón rumbo al Ministerio de Industria. Aplausos que los mineros devolvieron como señal de agradecimiento.
Los de los farmacéuticos no fueron los únicos uniformes de trabajo que se vieron. Los bomberos pasearon sus cascos, llenos de letras negras, para acompañar y ovacionar cada paso de la marcha. «Es vergonzoso que tengan que venir desde tan lejos y aquí no se haga nada. Es la primera vez que me avergüenzo de donde vivo», dijo uno de ellos mientras ayudaba a un minero a colocar una pancarta en un árbol. «Los tratan como terroristas y no lo son», añadió uno de sus compañeros.
Para los manifestantes el apoyo de los bomberos fue toda una sorpresa y aseguraron sentirse «más protegidos y animados» con su presencia, además de alegrarse por ver como otros colectivos, por fin, se levantan. «Que la gente se dé cuenta de que no somos siempre los mismos», explicó una indignada del Movimiento 15M.
Petardos
La colección de momentos de emoción aumentó cuando los manifestantes descubrieron las pancartas en las que se podía leer «los jubilados estamos con vosotros». Detrás de ellas permanecían escondidos varios grupos de pensionistas que, sin gritar, recibieron los abrazos de algunos mineros que se acercaron personalmente a decirles «gracias». «Animo a mis hijos y nietos que se manifiesten, que nunca roben, pero que tampoco les roben a ellos; nosotros no podemos más. He dejado de comprar medicinas necesarias para que mis nietos puedan llevar un bocadillo de mortadela al colegio», dijo Carmen con los ojos vidriosos. «A la gente mayor nos engañan», apuntó a lado su marido.
No todo eran lágrimas, los cánticos y petardos grandes y pequeños atronaron en las tres horas y media que duró la manifestación. Algunos, como Rubén, criticaron a los que miraban desde los balcones. «Estamos cansados de que la gente nos diga que no conseguiremos nada», se quejó este leonés. «Sin salir de casa se consigue menos», subrayó su hermano Carlos.
Cuando los hombres de la mina llegaron a la capital confiesan que se echaron las manos a la cabeza. El recibimiento de los ciudadanos curó las heridas que arrastraban desde hacía veinte días. Ayer, fue mucho más que eso. Gracias al calor de la gente, regresaron a casa como «protagonistas», «héroes», «luchadores» y mil calificativos más que no olvidarán.