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Los mineros que conforman la 'Marcha Negra' se manifiestan ayer por la Castellana, en el centro de Madrid. :: ALBERTO FERRERAS
ESPAÑA

Los mineros sacan músculo en Madrid

Los enfrentamientos entre la Policía y los manifestantes se saldan con 76 heridos y ocho detenidos

ANDER AZPIROZ
MADRID.Actualizado:

Los mineros del carbón regresan a sus casas, pero anuncian que no cesarán su lucha contra unos recortes al sector que, según aseguran, les abocan al desempleo y a la ruina de sus comarcas. Ayer, tras recorrer a pie más de 400 kilómetros a lo largo de 20 días, la 'Marcha Negra' llegó a las puertas del Ministerio de Industria, donde no fueron recibidos por el titular del ramo, José Manuel Soria.

Los mineros procedentes de Castilla y León, Asturias y Aragón realizaron los últimos kilómetros de caminata arropados por cerca 10.000 personas -varios millares más, según la organización-, entre ellas familiares y vecinos de sus municipios, pero también una multitud de madrileños que quiso brindarles su apoyo.

La nota negativa de la jornada vino dada por los enfrentamientos entre un reducido número de manifestantes, todos ajenos a la 'Marcha Negra', y la Policía. La Delegación de Madrid desplegó un amplio dispositivo de agentes antidisturbios con el fin de blindar la sede de Industria. La tensión se disparó cuando un grupo de jóvenes y de mineros intentó derribar las barreras que rodeaban el acceso al Ministerio al grito de «el enemigo está dentro».

Al lanzamiento de cohetes, plátanos y algunas piedras contra los agentes siguieron dos amagos de carga en los que las porras y las pelotas de goma desataron el pánico entre los manifestantes, muchos de ellos mujeres y niños. Según informó el Ministerio del Interior, los distintos encontronazos se saldaron con ocho detenidos y 76 heridos, 33 de ellos policías que debieron de ser tratados de contusiones y torceduras.

Los avisos de la organización para no caer en las «provocaciones» y el carácter pacífico que ha mantenido la 'Marcha Negra' desde su inicio no fueron suficientes para evitar que los disturbios se propagaran en los alrededores del estadio Santiago Bernabéu mientras los líderes sindicales pronunciaban sus discursos.

Los agentes asistieron impertérritos a cómo se les calificaba de «sinvergüenzas» o se les invitaba a dejar de mirar y unirse a la manifestación. «Mañana os llegará el turno a vosotros y a ver qué hacéis», les espetó algún minero que aprovechó para recordarles cómo el Gobierno les ha quitado, al igual que al resto de funcionarios, la paga extra de Navidad, comentario ante el que un agente le llegó a dar la razón.

«No somos terroristas»

La manifestación partió de la céntrica Plaza de Colón minutos después de las 11.00 horas. En el interior de un cordón de seguridad los 300 mineros, ataviados con sus cascos de faena y camisetas negras, iniciaron el camino secundados por líderes sindicales, compañeros de trabajo, familiares y miles de simpatizantes con su causa. Con algunos altos en el camino para cantar su himno de 'Santa Bárbara bendita', los trabajadores del carbón entonaron lemas como «somos mineros, no terroristas», «a por ellos» o «si esto no se arregla, guerra, guerra, guerra».

El principal blanco de las críticas de los congregados fue el ministro Soria, al que se reprochó que, por el hecho de ser canario, destinara más ayudas al plátano que al carbón. Desde la tribuna de oradores, el secretario general de UGT, Cándido Méndez, acusó al presidente del Gobierno de «irresponsable» y denunció que «ha sido el Gobierno con su injusticia y torpeza el que ha convertido esto en un símbolo». Su homólogo en CC OO, Ignacio Fernández Toxo, calificó a los mineros de «espejo en el que se ve reflejado el conjunto de la clase obrera».

Aunque con el eco de los mineros en las calles de la capital altasfuentes del Ejecutivo reiteraron ayer que no habrá vuelta atrás en el recorte de las ayudas públicas al carbón, que han sufrido una rebaja del 63% de los fondos con respecto al año anterior. Por la tarde, José Manuel Soria mostró su respeto por la manifestación pero calificó como «metafísicamente imposible» aumentar las ayudas al sector. También aseguró que preferiría que las movilizaciones de estos trabajadores «se realizaran sin ningún tipo de agresividad, radicalización ni violencia».