ESPERADO REGRESO

Bob Dylan preserva su mito en Bilbao

Aunque fiel a su imagen esquiva y austera, tuvo algún guiño de 'crooner' sobre el escenario y se despidió con una reverencia tras casi dos horas de concierto

MADRID Actualizado: Guardar
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El cielo plomizo y la lluvia amenazante no lograron deslucir la clasicista y memorable actuación que Bob Dylan ofreció anoche ante las más de 6.000 personas que llenaron la explanada del Guggenheim, un escenario ajustado al estatus de un autor que ocupa un espacio ineludible en la música popular de las cinco últimas décadas. La expectación se palpaba en el gran ambiente previo de una cita que tuvo su componente de evento social. El estreno español de la gira interminable que, 17 años después, trajo de nuevo a Bilbao al enigmático trovador de Minesotta respondió a su sentido austero del espectáculo, aunque tuvo guiños en algunos momentos y actuó como un auténtico 'crooner', micro en mano por el escenario.

No cabía esperar concesiones. Volvieron a repetirse las censuras a los profesionales de la imagen y tampoco hubo los habituales planos cercanos de las pantallas de los eventos masivos. Tocado con su habitual imagen de vaquero endomingado, con el respaldo de su trajeado quinteto de confianza y sin recurrir a las seis cuerdas, Dylan volvió a apoyarse en las guitarras de Stu Kimball y Donnie Herron para desgranar con voz aguardentosa y nasal un repertorio de base eléctrica y canónica, fundamentado en composiciones escritas hace mas de cuatro décadas, salpicadas de piezas de sus inspirados discos del nuevo milenio con raíces de country-blues.

Sus fieles esperan sus canciones de toda la vida y alguna creación fresca, recreadas con imaginación pero sin llegar a ser irreconocibles. Ayer se ajustó al guion de sus conciertos recientes y arrancó recreando en clave de blues eléctrico 'Leopard-Skin Pill-Box Hat', un clásico del disco 'Blonde of Blonde', que sentó las bases de su glorificación. Con una gran versión de su genial 'Things Have Change', el recital se elevó entrando su clásica órbita de seguidores de inmenso recorrido para los que, entre recios números setenteros ('Tangled Up In Blue'), filtró cortes arcanos y campestres como 'High Water' y 'A Hard Rain's A Gonna Fall'. La entrada de la armónica también se agradeció.

Con su frío y distante dominio escénico pisó el acelerador revisitando la sureña autopista 61 parando en su tema central, la 'Balada del hombre delgado', y la eterna 'Like A Rolling Stone', haciendo gozar a los suyos alargando los solos instrumentales. Una electrizante 'All Along the Watchtower' precedió al testimonial bis de despedida que fue su emblemático 'Blowing in the Wind', aunque esta vez la versión se alejó de su patrón más folk para sonar más roquera que en otras ocasiones. El punto final lo puso una respetuosa reverencia hacía el público, que disfrutó de un concierto que rozó las dos horas. Parece que Dylan estuvo cómodo anoche en Bilbao.