Confianza y responsabilidad
COORDINADOR PARLAMENTARIO PSOEActualizado:Mientras que todo el mundo concluye que solo hay una solución: más Europa. Europa languidece, aparcada por la revolución tecnológica, la globalización y los particularismos, entre la desconfianza de unos y el nihilismo de otros, entre el rigor fiscal inflexible y asfixiante de y la indolencia suicida. Es urgente avanzar en la construcción europea, con renuncias de soberanía, que no parece el mayor problema, y el crédito de los que funcionan y están mejor a los que tienen que ser rescatados y han perdido casi toda la credibilidad.
La confianza es imprescindible, los del PP pensaron que solo con su llegada se resolvería la mitad del problema, pero los que ponen el dinero, o la solvencia, no están por dejarse embaucar por el contrabando ideológico, aunque sea de derecha.
Curiosa forma de generar confianza tienen estos del PP, con un rosario de despropósitos en los que prevalece un estúpido ventajismo electoral a corto plazo, neutralizado porque siempre terminan haciendo todo lo contrario de lo que prometieron, recortar el gasto social y subir los impuestos.
Comenzaron retrasando el debate de los presupuestos por las elecciones andaluzas, se enredaron con el marrón de Bankia, en una escalada esperpéntica de los miles de millones que tenemos que pagar entre todos y sacaron pecho con motivo del rescate bancario, que vendieron como un crédito en condiciones ventajosas, arrancado por la presión política de superman Rajoy.
El desprecio a la inteligencia de los demás se traduce en pretender engañar a todo el mundo, dentro y fuera del país, con el resultado de que algunos se cabrean y ponen las cosas cada vez más difíciles. Resulta cómico, aunque sea cada día más evidente y dramático, el que pretendan convencernos de que no hay rescate, mientras aplican cada día los nuevos recortes que lo evidencian.
Cómo puede generar confianza y credibilidad ante las autoridades europeas, un país en el que el Rey se va a cazar elefantes en el peor momento, el presidente del Gobierno se esconde de la prensa y se niega a comparecer ante el Parlamento, la máxima autoridad judicial es obligada a dimitir, por una gestión poco edificante del dinero público, y el Banco de España es desacreditado por el propio Gobierno y suplantado en sus funciones por auditores privados extranjeros.
Curiosa forma de generar credibilidad la de un ejecutivo que, para evitar verse salpicado, se dedica a bloquear la comparecencia de los responsables de la crisis bancaria y la creación de una comisión de investigación en el parlamento, como han hecho otros países al enfrentarse con circunstancias similares en sus sistemas financieros. Un gobierno que muestra su preocupación porque la Audiencia Nacional impute a los responsables de Bankia y ponga en marcha los procedimientos judiciales, para depurar las responsabilidades jurídicas que correspondan, de quienes se han enriquecido de forma escandalosa, conducido a la quiebra a cajas y bancos y obligando a cargar sobre las espaldas de los contribuyentes el gravoso peso de los rescates.
Dónde está la responsabilidad de un partido sostén del gobierno que, utilizando su mayoría absoluta como patente de corso, bordea a diario la Constitución, poniendo en cuestión el estado de las autonomías y suplantando la función del legislativo, reducido a ratificar un rosario de decretos leyes, que no se tramitan como proyectos de leyes, ni siquiera a través del procedimiento de urgencia, convirtiendo en norma la excepcionalidad obligada para esta iniciativa legislativa singular.
Cómo trasmitir confianza, responsabilidad y solvencia, cuando nos hemos afanado en destruir la política, esa que ahora necesitamos para resolver los gravísimos problemas generados por unos mercados huérfanos de regulación y control. Lo dicen todas las encuestas, las que tanto se equivocan porque también están contaminadas por el descreimiento generalizado, y lo certifican todos los observadores neutrales o interesados. Solo los que no quieren ver, por miedo o porque no les interesa, pueden permanecer ajenos al clima social de pesimismo y rechazo hacia los gestores públicos, del gobierno y de la oposición, inermes y confiados en que escampe y que todo vuelva a esa supuestas normalidad de que los ciudadanos les voten, porque no tienen otra salida.
Qué hace falta para que el gobierno deje de hacer de oposición de la oposición, convencido de que para ganar no es suficiente con destruir al adversario, y abandone la trapacería de actuaciones ilegales e indecentes, como la de filtrar a la prensa el expediente de regulación de empleo del adversario, vulnerando la legislación y cayendo en el más espantoso ridículo del cazador cazado.
Tienen la solución fácil, compensar la falta de confianza y de responsabilidad con la propaganda, para lo que se han preocupado de cambiar la legislación que establecía mayoría cualificada para nombrar al presidente de TVE, para poner uno de la cuerda que les garantice la docilidad informativa del medio público, que en poco tiempo veremos convertida en una tele de partido, como en los tiempos de Urdazi, el de C-C-O-O, o como la Tele Madrid de Esperanza Aguirre, desplomada en los índices de audiencia, por su parcialidad política y su chabacanería programada en prime time. Se esfuma el proyecto de una televisión pública, en la senda marcada por la BBC Británica, y regresa el casposo sectarismo mediático de siempre.
Es el tiempo de la política con mayúsculas y solo tenemos contrabando electoral y ventajismo mediático. «Es la economía estúpido», grito alguien, pero no le hicieron caso. Estaban enredados en la reconquista de las esencias patrias: la destrucción de la política, el desmantelamiento de los servicios públicos y las contrarreformas del aborto, el divorcio y el matrimonio de las personas del mismo sexo.
En la transición supimos estar a la altura de las circunstancias con los Pactos de la Moncloa, hoy parecemos condenados al fatalismo de: «entre todos la mataron y ella sola se murió». Por el camino que vamos, derrotada la oposición, el desgaste del gobierno es ya todo un clamor y solo queda que las próximas elecciones nos regalen el caos de la sopa de letras, que nos deje sin posibilidad de conformar mayorías estables de gobierno.
Es necesario creernos y que nos crean, desde la humildad y la coherencia entre las palabras y los hechos, remando todos juntos a favor de unos intereses generales, fijados a través del diálogo responsable, la negociación transparente y el pacto equilibrado.