LA CRUZ DEL ORATORIO
Actualizado:Una de las gratas noticas que nos ha traído la tan señalada fecha del 2012 ha sido la excelente restauración del Oratorio de San Felipe Neri en la calle Santa Inés, donde, como ya todos sabemos, se reunieron los diputados en Cortes Generales y Extraordinarias y promulgaron la primera Constitución Española aquél 19 de marzo de 1812. Desde entonces el edificio religioso ha sido objeto de numerosos estudios dada su importancia constitucionalista y, por ende, para la Historia de España. Las lápidas que conforman su fachada, la mayoría de ellas colocadas con motivo del primer centenario, nos dan una idea de la relevancia del templo.
Pero, antes de que el Oratorio filipense pasara a la historia como uno de los edificios constitucionales de la Nación española y de que sus fachadas se convirtieran en un álbum de placas, sabemos que, desde su fundación, en la fachada de poniente y en el gran recuadro existente, hubo colocada una gran cruz de madera. Esta cruz, como no podía ser de otra manera, también sufrió los vaivenes de nuestro insoportable siglo XIX. El insigne estudioso gaditano Adolfo de Castro en uno de sus artículos en el periódico La Palma de Cádiz de 4 de julio de 1888 nos cuenta la historia de esta gran cruz. (Adolfo de Castro. Noticas poco conocidas de la historia de Cádiz. Manuel Ravina Martín y José Manuel Fernández Tirado. Ed. Biblioteca Andaluza de Arte y Literatura. 2005).
En el año 1821, durante los años del Trienio Liberal, se colocó en aquél lugar una inscripción en mármol blanco, recordando que allí habían estado las Cortes. Tras la vuelta del lamentable rey Fernando VII y quitada la lápida, los filipenses retornaron la antigua cruz a su lugar de origen. Llegado el año 1836 que proclamaba de nuevo la Constitución de 1812 hubo entre las gentes quien propalaba la voz de que la cruz se encontraba allí para expiar que allí se hubiera votada aquel Código y como desagravio hacia los liberales. Una noche «dirigidos por tres o cuatro corifeos desalmados» algunas gentes del pueblo arrancaron la cruz de su sitio. Éstos se dirigieron por la calle San José hacia la Plaza de San Antonio con objeto de quemar el símbolo sagrado ante la lápida de la Constitución que allí se hallaba. En ese momento, algunas personas increparon a los que iban a cometer el sacrilegio y les dijeron que esa cruz nada que ver tenía con nuestras cuestiones políticas. Así, consiguieron arrebatarles la cruz que quedó depositada en la parroquia de San Antonio.
Como habrán podido comprobar los lectores, nada nuevo bajo el sol. Historias que se repiten y que repetimos cíclicamente en este país cainita y exaltado que odia más que ama.