El presidente egipcio Mohamed Mursi. / Archivo
Los ánimos quedaron suspendidos cuando se anunció a última hora del domingo que el presidente Mohamed Mursi daba por ilegal la disolución del parlamento elegido y ordenaba la vuelta de los diputados y senadores al trabajo: era, aparentemente, un desafío sin precedentes a los militares.
Asumiendo que sea así, aunque algunos observadores cairotas creyeron que la decisión fue de algún modo cocinada y los uniformados estaban al corriente, se trata de la medida más atrevida tomada por los civiles aparentemente crecidos y reforzados con la derrota del viejo régimen en las urnas (legislativas como presidenciales), la exhibición de poder islamista y un creciente deseo social de que los militares vayan dejando libre el campo…
“Creo que ellos, el presidente Mursi y su nuevo equipo de juristas, saben muy bien lo que están haciendo: proteger las directivas del presidente de interferencias militares”, dijo un portavoz de los Hermanos Musulmanes, Yhad el-Haddad, aunque subrayando que no hablaba por el presidente, sino por la Cofradía.
Tribunal y militares
Si esto es así confirma la versión, muy extendida tras pasar unas horas de incredulidad, de que Mursi se sabe lo suficientemente seguro como para desafiar no al Tribunal Constitucional, sino al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, un pronóstico aleatorio.
Esta distinción técnica es básica a día de hoy y se escapa a lectores no bien familiarizados con lo que ocurrió el día catorce de junio: ese día el Tribunal Constitucional estimó (entre la estupefacción general) que la elección de la cámara de diputados se había producido bajo una legislación inadecuada, sin proteger adecuadamente los derechos de algunos particulares a ser elegidos como “independientes”.
Y propuso al ejecutivo que tomara las decisiones inherentes a la situación…lo que hizo la Junta Militar con una celeridad que llamó la atención del mundo entero y aprovechando, además o sobre todo, para reforzar su papel constituyente.
El Tribunal, presidido desde hace años por el juez Faruk Sultan, conocido como poco beligerante y atento a las necesidades del ejecutivo, redactó su auto de modo que el Consejo Militar podía haber tomado nota e ir por el camino del medio (como ordenar la repetición de la elección en algunas circunscripciones) pero la aprovechó en bloque y se blindó en su papel… porque las addenda sumadas a la Declaración Constitucional del 14 de marzo de 2011, ampliaron sus prerrogativas y le dieron de hecho el poder de la cámara vetada.
La norma y la vida
Así las cosas, sin parlamento y con la Junta reforzada, la función del islamista Mursi en la presidencia de la República, en un régimen muy presidencialista por cierto, tras el agónico recuento que también suscitó especulaciones diversas, pareció completamente condicionada de hecho. Pero, ahora se ve, los Hermanos tenían preparada la contraofensiva política y no solo ni principalmente legal.
En efecto, del jefe del Estado tiene una legitimidad impecable y la Junta deberá pensárselo mucho antes de, por ejemplo, forzar su dimisión por revoltoso o desobediente y, además, como subrayan hoy varios medios egipcios, si se lee bien lo decidido por Mursi hay una especie de oficiosa propuesta de evitar perdedores porque la eventual reanudación de los trabajos parlamentarios es meramente nominal (hay vacaciones estivales) y la duración de la legislatura tiene los días casi literalmente contados: habrá una nueva elección en los sesenta días posteriores a la redacción de una nueva Constitución.
Tal redacción está en curso y, por cierto, tras la juiciosa decisión islamista de aceptar, sea cual sea la composición del parlamento, que al menos la mitad de sus redactores sea liberal, cristiana, laica, joven, profesional etc. El bloqueo del comité de las cien personas escogidas terminó tras una agonía perjudicial y ahora hay un razonable calendario según el cual todo (Constitución y nuevo parlamento) podrá estar elegido hacia noviembre…
¿Arrostrarían los militares el riesgo de aislamiento y descrédito con un acto de fuerza? Mursi fue invitado ayer por el número dos del Departamento de Estado, William Burns, quien le visitó en El Cairo, a reunirse con Obama en septiembre, Washington, tras felicitarle por su triunfo, ha mostrado una calurosa disposición a “trabajar juntos por el éxito del nuevo Egipto”… y Hiillary Clinton está por llegar…