Pinos y eucaliptos
Actualizado: GuardarLa cotidiana tensión de la existencia me trae a la mente el evocador recuerdo de misteriosos amaneceres y no menos impresionantes ocasos en un Cabo Prior que me enseñó a considerar en la distancia el valor de la amistad y la familia. De aquel sendero desde el viejo faro del acantilado hacia Cobas flanqueado de helechos, toixos y eucaliptos entre pinos. Especies oriundas y foráneas obligadas a convivir con el sabio propósito de que la una sirviese de estímulo al crecimiento de la otra. Que la una tratando de esquivar la sombra de su vecina y aprovechando al tiempo la sobreprotección añadida, superara sus potencialidades y perfeccionara su original morfología. Así, en frenética competencia, ambas familias vegetales pugnan por recibir de manera directa la vital energía del astro rey y, en uno de los casos, concluir mutándose en los más altos y rectos pinos de cuantos existan.
La visión de aquel bosque emergiendo con brío por la escarpada ladera y de la exuberante umbría por él atesorada se me revela con fuerza ante la compulsiva y humana actitud de evitar la sombra talando el árbol, aún a costa de que la implacable solana asfixie a los jóvenes brotes que dulcemente se abren paso entre el claroscuro del monte y que las torrenteras del invierno los arrastren hasta el fondo del valle.
Al contrario de lo que sucede en los montes ferrolanos son muchos los que a día de hoy continúan optando por medrar en solitario antes que aprovechar la bondad de la penumbra para hendir con profundidad sus raíces y robustecer sus ramas. Emergerán, sin dudas, con rapidez los primeros, aunque se adivine incierto su porvenir. Los segundos, con lentitud pero con firmeza, acabarán por superar en altura a quiénes hasta ese momento les han sombreado y protegido.
Mientras que sigamos anteponiendo la aniquilación del contrario al esfuerzo, el trabajo y la propia superación. Mientras no sepamos valorar los beneficios que, de la experiencia acumulada por quiénes nos preceden, podemos obtener. Ni respetar el legado recibido y enriquecerlo para beneficio colectivo. En tanto ignoremos las renuncias, la constancia, los desvelos, la generosidad y dedicación que encierran los éxitos ajenos y que lícitamente ansiamos, dudoso porvenir tendremos como colectivo, entidad, barrio, ciudad o país.