ANÁLISIS

Siria: tesis diversas

Un centenar de países de la ONU, se reúne en París para recordar que el conflicto del país no se ha olvidado sino que se encuentra estancado por la conducta de Rusia y China

MADRID Actualizado: Guardar
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El punto muerto que ha alcanzado en la ONU (y sobre el terreno) la tragedia siria al cabo de casi año y medio de rebelión popular se expresó de nuevo en un ambiente de impotencia este viernes en Paris en la tercera gran reunión del llamado “Grupo de Países Amigos de Siria” que son una mayoría abrumadora.

De hecho, a falta de un listado preciso de los presentes, se da por representados allí a un centenar largo, es decir la mitad bien contada de todos los del planeta si se recuerda que la ONU cuenta con 198 miembros. Muchos de ellos y desde luego los más importantes, enviaron a sus ministros de Exteriores en un loable intento de expresar que el conflicto no está olvidado, sino solo enquistado y falto de evolución… por la conducta de Rusia y China.

Un severo juicio de tal conducta es, de hecho, la novedad de la reunión parisiense expresada en el crudo mensaje, incluso inhabitual en el lenguaje diplomático, de la Secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, quien dijo que rusos y chinos hacen lo que hacen (sostener al régimen sirio) “porque ven que no están pagando ningún precio por ello”.

Primaveras, en plural

Que al cabo de casi año y medio de crisis, con unos 16.000 muertos, doscientos mil huidos al extranjero y bajas considerables por ambos bandos, esté donde está, pese a la extrema atención internacional que se le presta, es una sorpresa y confirma el pronóstico, extendido en seguida entre los observadores más sagaces, de que la sedicente “primavera árabe” eran, de hecho, muchas “primaveras” y que cada contexto nacional la haría distinta y de desenlace diferente.

Lo sucedido en Bahrein, Egipto, Libia, Marruecos, Túnez o Bahrein es, en efecto, muy distinto y lo que deba suceder en Jordania, donde la agitación islamista crece sin tregua y el Frente Islámico rehúsa ahora cooperar con la enésima “apertura” del rey Abdalá, está por ver sin que pueda excluirse nada, incluido un brutal recurso oficial a la fuerza.

Las contradicciones, paradojas y sorpresas se extienden, en el caso sirio, a la oposición, descrita como una amalgama de grupos, siglas e intereses no bien soldados ni definitivamente representativos. Su expresión más consolidada y más activa, el Consejo Nacional Sirio, estuvo hoy en París y fue como el estreno internacional para su nuevo jefe, un kurdo de Siria, Abdel Basset Sayda, cuyo nombre nada dirá a un lector no especializado.

Un testimonio en Madrid

El viernes tuvimos en Madrid una oportunidad de oro para calibrar, en concreto, el peso de la oposición en una esperada conferencia que dio en Casa Árabe el intelectual sirio Salama George Kailah, hace no mucho liberado de la cárcel donde fue encerrado y maltratado por el gobierno sirio y su temible aparato de seguridad. Es un intelectual de vieja prosapia de izquierda, y, por tanto, particularmente digno de atención en cuanto que el régimen sirio se autoproclama “progresista y antiimperialista”.

Su explicación describió sobriamente al régimen como “sencillamente mafioso”, una mezcla de grandes familias que se dedican a controlar los negocios y la seguridad, con los ejemplos máximos de los Makluf y sus primos, los Assad, en cabeza. Así de simple… ni una alusión a la tantas veces evocada división confesional y tribal, a los miedos clánicos vencidos con alianzas contra natura, todo adobado con un discurso nacionalista.

Salama dejó atónita a la concurrencia – muy informada, con arabistas de postín y muchos sirios presentes – por su completo desdén con la así llamada “oposición” a la que prácticamente describió como prescindible e irrelevante. Su tesis es que la revolución está “en” Siria, la hacen los valientes jóvenes, los vecindarios en armas, la gente que protesta cada viernes… y que terminará por hacer caer al régimen en el que ya se advierten fisuras.

Lo de París

No parece probable, por la hora de su disertación, que él conociera la gran noticia del año en Siria (sí, la gran noticia): la deserción del joven general Manaf Tlass, amigo personal y aliado político del presidente, hombre clave en la temible Guardia Republicana, que abandonó el país camino de Francia, donde, por cierto, está desde marzo su padre, el legendario general Mustafa Tlass, intocable ministro de Defensa durante treinta años y quien con su célebre “Brigada 70” hizo posible en su día la llegada al poder del fundador del régimen, Hafez al-Assad.

El ministro francés de Exteriores, Laurent Fabius, parecía lógicamente satisfecho al comentar el asunto que parece un principio de confirmación de la sorprendente tesis de Salama. El régimen no será capaz de resistir la situación, ni digerirla de modo indefinido, ni, visto lo visto, gestionarla con habilidad táctica, como pudo hacer hace casi un año con el plan turco que en agosto de 2011 le presentó en Damasco el ministro de Exteriores Ahmet Davutoglu.

En este escenario, lo de París es… lo que puede ser. Una reunión de amigos destinada sobre todo a reforzar la rebelión, a enviar un mensaje de solidaridad a la resistencia, a pedir por enésima vez que Moscú y Pekín no bloqueen una acción concertada en la ONU y, sobre todo, a reiterar lo que es la novedad diplomática desde hace poco: en cualquier solución pactada… ya no hay sitio para Bachar al-Assad. La verdad es que se lo ha ganado a pulso…