el apunte

El eterno culebrón veraniego del Cádiz

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Como cada verano, el Cádiz CF vuelve a protagonizar un culebrón que a todos tiene ya hastiados. Después del tremendo varapalo que se llevó la afición cadista tras quedarse sin ascenso en la tanda de penaltis frente al Lugo, vuelven los tiras y aflojas de Antonio Muñoz –protagonista de los culebrones desde ya no se sabe cuándo– Quique Pina y el Ayuntamiento.

Cada uno mira única y exclusivamente por sus intereses y el club, siempre enmedio, es el que paga los platos rotos. Es evidente que el gobierno municipal no puede ni debe poner sobre la mesa ni un euro más de lo que en su día pactó con Muñoz. Las necesidades de la ciudad son tantas y tan graves que resulta hasta obsceno hablar de dinero público con relación a un club privado.

El todavía máximo accionista de la entidad sigue queriendo deshacerse de sus acciones, pero no a cualquier precio. El problema es que a día de hoy, no hay nadie dispuesto a pagar por un club que, salvo su afición y un estadio (municipal), no tiene ningún otro activo. Y Pina ya se sabe lo que es. Un profesional que juega al mejor postor y que lo mismo gestiona la plantilla del Udinese, que la del Granada, la del Cádiz o la del Oviedo. El día que no tenga ningún interés económico se marchará por donde ha venido, por mucho que apele a la afición cadista y a lo mucho que le gusta Cádiz.

Lo mejor que podría hacer el club es apostar de una vez por la cantera, como ya lo hizo en etapas anteriores, y dejarse de aires de grandeza. En los años de Primera División, los que formaban la plantilla eran en su mayoría jóvenes de Cádiz con hambre de triunfo. Al igual que a principios de este siglo, cuando el club estuvo de verdad a punto de desaparecer. No hubo más remedio que ‘tirar’ de las secciones inferiores y de ahí salieron muchos futbolistas que dieron un gran nivel.

En cualquier caso, la ilusión del cadismo está por los suelos y las cuitas entre los que lo dirigen no ayudan a recuperarla.