¡ALEGRÉMONOS, QUE NO ES POCO!
Actualizado:Ayer por la mañana nos hacíamos cruces por lo que se asemejaba mucho a un resultado del tipo España/Italia 1; Alemania 0. Sin restar importancia a lo que las declaraciones apuntan, en el acuerdo al que en la madrugada del viernes llegaron los líderes de la zona euro, hay más jugadores, Francia por ejemplo. Siguiendo con el símil futbolístico, a diferencia de mañana, en este otro campeonato no estamos aún en la final, y mucho menos en situación de decir que se ha alcanzado «sin condiciones». Podríamos decir que con un gran esfuerzo, con esperanza también, pero ¿sin condiciones? ¿Dónde se ha visto que alguien preste nada a nadie sin condiciones? Y no solo eso. Conviene preguntarse acerca de los mecanismos de ratificación de las decisiones del Consejo, porque contra lo que puede parecer, esto no es todavía una unión política de Gobierno único que regula a través de Real Decreto como solemos hacer aquí. Basta recordar cual es el estado de aprobación del MEDE, el mecanismo permanente que, según los líderes europeos, va a perder el nivel de deuda senior. ¿Qué pasa entonces con los que aprobaron el MEDE con ese rango? Pues que tendrán que revisarlo y aprobarlo de nuevo. Es decir, que esto llevará su tiempo, y en algunos países levantará ampollas. Lo que no podrá esperar serán las condiciones. O eso, o un verano difícil, como suele ser habitual.
Sirva esta reflexión no para restar alegría e importancia al acuerdo, sino para que tengamos en cuenta que en ocasiones tendemos a juzgar los resultados de los Consejos europeos como si fuesen resoluciones de Consejos de Ministros, aunque todos sabemos que no es así. Tiene esta cumbre el mérito de haber doblado el brazo al mercado durante al menos una sesión, y dice el primer ministro italiano que ha servido para evitar un lunes negro. Al menos a él sí puede habérselo evitado, porque no puede decirse que la situación de su Gobierno fuese precisamente cómoda. Lo que sí es verdad es que no ha habido oportunidad, es decir, no se ha dejado resquicio para que al menos con carácter inmediato la prensa anglosajona, experta en rebuscar y encontrar los agujeros que suelen dejar los líderes europeos en sus cumbres, llamémoslas 'históricas', no ha habido oportunidad, repito, de que nos mostrasen ante el espejo nuestras vergüenzas.
Ahora bien, de ahí a afirmar que no hay condicionalidad, hay mucho trecho. Bien está lo que bien acaba, y esta fase solo acaba de comenzar. Pero mientras tanto, alegrémonos, que no es poco.