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Hace bochorno

FLAVIA BERNÁRDEZ
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En los alféizares de las ventanas del Mc Donald's han llegado los floreros de todos los veranos. Ya están los muchachos y las muchachas luciendo palmito en Ingeniero de la Cierva. Los adolescentes no entienden de rescates. Ellos eran niños cuando fue la burbuja. Visten de colores alegres, corales, flúor... en shorts o pantalones con poco contraste con la camiseta, normalmente blanca, o viceversa. Qué paradoja. En épocas de «bonanza» vestíamos, incluso en verano, con colores solemnes, blanco o negro con algún rojo, o azul. Había un color en cada temporada, no una paleta como ahora. A los prejóvenes no les importa la crisis, ellos son felices. Han llegado las vacaciones y por ahora esa es la libertad más pura de la que pueden gozar, mientras la espera para cumplir los dieciocho se alarga ansiosamente.

A estos floreros habría que regarlos con cuidado y mimos. Pero no con bebidas espirituosas, por favor. Ahora me alegro de que en esa plaza quitaran aquella concentración nocturna en la que participaba cada día estival. Lo tienen más difícil. Hicimos los deberes, menos mal, porque tal y como está el patio, esos colores pasteles con los que visten, se tornarían al caqui más pronto que tarde.

Sin embargo, saben que en una burbuja están ahora mismo, porque todo lo que les contaban de la universidad va a cambiar. No saben si para cuando ellos hagan la selectividad, la Universidad de Cádiz seguirá llamándose así, o seguramente las espectativas que tenían de estudiar fuera se vean trucadas al no tener sus familias suficientes ingresos para permitírselo o insuficientes para obtener una beca, y sin otra burbuja a la que acogerse para trabajar. Tendrán que inventarse otro modelo para salir adelante, porque lo que conocen ya no existirá. Por eso hay que cuidarlos, porque de ellos depende de que esto cambie. Cuidado con las flores de la plaza del inventor murciano. Allí habría que colocar un cartel de «cuidado, no pisar».