«La leyenda negra necesita toneladas de blanco nuclear»

No le pesa la corona de reina de la novela de aventuras. Con millones de lectores, Matilde Asensi (Alicante 1962) cierra con 'La conjura de Cortés' (Planeta) su trilogía sobre el Siglo de Oro y la conquista. Se despide sin nostalgias de Catalina Solís y su trasunto masculino, Martín Ojo de Plata. Hay espadachines, tesoros, venganza y, al fin, amoríos. Asensi dice, con todo, que el amor «no es mi tema», y que tampoco habrá peli de esta aventura.

-¿Hubo mujeres en la conquista?

-Desde el principio, pero han sido borradas de la historia. Las hubo en el segundo viaje de Colón, y en el tercero se documentó la identidad de unas 30. Pero no les recuerda ni les menciona una historia que siempre escribieron los hombres.

-¿Devuelve a las mujeres lo que es suyo con la novela?

-Ojalá pudiera. Bastante es hablar de ellas y que las chicas y mujeres de hoy sepan que la conquista no fue sólo cosa de hombres.

-Enigmas, conjuras, traiciones humor y ¿amor por primera vez?

-Había historias de amor en mis otras novelas, aunque no como asunto central. El amor no es mi tema. No soy Federico Moccia ni me siento Corín Tellado. Pero debía hacer creíble a un personaje que está en la etapa de la vida con las hormonas más revueltas.

-¿Cómo ha cambiado Catalina a lo largo de la trilogía?

-La conocimos cuando con las ropas de su hermano pasaba sin problemas por un muchacho. Vestida de capitán de nao, ahora no puede disimular que es una mujer con curvas y pecho pronunciado. Madura y conoce el dolor extremo de la pérdida de dos familias. Crea una nueva con la gente de su barco, con los compadres que le ayudan a ejecutar su venganza. Valora la amistad. No se endurece a pesar de las barbaridades que soporta.

-Cortés, maltratador y asesino, ¿es hijo de su época?

-Hijo del género masculino, que ha preponderado y practicado la violencia. En cualquier informativo vemos hoy situaciones tan violentas o más que las que protagonizó.

-¿Qué tipo de 'pájaro' fue Cortés?

-De cuenta. Un tipo peligroso. Mucho. Mejor estar lejos de él, en especial las mujeres. El marketing de la época lo convirtió en el gran conquistador y tapó el episodios como la muerte de su primera mujer y otros terribles. No soy psiquiatra, pero creo que encaja en el perfil del sociópata que utiliza a los demás para conseguir sus fines: riqueza y poder.

-¿La leyenda negra merece su nombre o necesita blanqueador?

-Merece toneladas de blanco nuclear. Me da una rabia enorme que se enseñe tan mal en los colegios lo que pasó a ambos lados del atlántico. Aunque los reyes y sus validos no conocieran las técnicas de mercadotecnia, la manipulación histórica es tan potente que no puede ser casual que todo lo malo recaiga exclusivamente sobre los españoles. Ni siquiera habiendo pecado, como en el caso de los millones de muertos indígenas. El pueblo español, que no vio un solo doblón de oro, es aún el único malo de la película. Los reyes, auténticos responsables de todo, se van de rositas. Es una injusticia.

-¿Se parecen el Siglo de Oro y nuestros días?

-Los Austrias menores se pasaban la vida viajando, en los toros y cazando. Elefantes no, porque no había. Delegaban el poder en validos corruptos hasta la médula que se fueron también de rositas. Los gobernantes de hoy son tan malos como los de entonces. Ni merecimos aquellos ni merecemos a estos.

-¿Se tiene aún a la novela de aventuras por un género menor?

-Hay géneros que todavía se menosprecian en España. Alguien debió establecer que para ser exquisito y selecto había que leer literatura que no fuera de género porque era despreciable. Y se montó. La gente se ha aburrido durante años leyendo cosas que no les interesaban nada, y pocos escritores se atrevían a cambiar la situación. Hasta que llegó Pérez-Reverte y luego seguimos unos cuantos más. Por fortuna la cosa ha cambiado. Se acabó la tontería.

-¿No ha dado con un productor de cine con chequera rumbosa?

-Lo primero que te ponen ante las narices, a ver si picas, es un buen cheque. Con cada libro tengo dos o tres propuestas. Pero no pico ni muerta.