Mursi, nuevo presidente de Egipto
El candidato islamista se convierte en el primer jefe de Estado elegido de forma democrática en el país
EL CAIRO.Actualizado:Egipto ya tiene presidente. El islamista Mohamed Mursi, un candidato improbable hace tan solo tres meses, se convirtió ayer en el primer presidente democrático y civil de la milenaria historia de este país, una victoria que muchos egipcios interpretan como un triunfo de la revolución más que un logro de la filosofía islamista. La espera ha sido larga. Han sido 16 meses complicados desde la caída de Hosni Mubarak, y una última semana de incertidumbre y ansiedad. Para los Hermanos Musulmanes han sido 84 años de espera.
La Comisión Electoral egipcia anunció ayer que, tras el nuevo recuento de los votos, después de revisar más de 400 reclamaciones, Mursi había obtenido el 51,7% de los sufragios y el último primer ministro de Mubarak, Ahmed Shafiq, el 48,2%. La plaza Tahrir, donde miles de seguidores del islamista se habían concentrado desde el pasado martes, estalló en un júbilo que recordaba al de aquel 11 de febrero de 2011, cuando el vicepresidente Omar Suleiman puso fin con un discurso de 30 segundos a 30 años de dictadura. El presidente de la Comisión Electoral, Faruk Sultan, se hizo más de rogar, y los más de 80 millones de egipcios tuvieron que escuchar una hora de explicaciones, que acabaron con un sonoro «¡Allahu akbar!» (Dios es el más grande) procedente de muchos rincones del país.
Pocos minutos después del anuncio, Mohamed Mursi renunció a su militancia en los Hermanos Musulmanes y en el Partido Libertad y Justicia, su brazo político, del que era presidente. Inmediatamente recibió las felicitaciones del mariscal Tantaui, el jefe de la junta militar que ha gobernado el país en estos 16 meses de transición y con el que ahora Mursi tendrá que trabajar estrechamente, ya que los militares ostentan aún gran parte de los poderes de Egipto. La campaña de Ahmed Shafiq, que se ha quedado a poco menos de 900.000 votos de su rival, mantuvo un silencio absoluto.
Mursi tiene ahora ante sí retos inabarcables y cuenta con unas herramientas muy limitadas. Las enmiendas a la declaración constitucional que la junta militar ha aprobado dejan la Presidencia de manos atadas en algunos asuntos como la política exterior y la seguridad. Egipto se encuentra, además, sin Parlamento y sin Constitución. Cualquier política que Mursi quiera sacar adelante tendrá que ser consensuada con la junta militar, que controla el legislativo y el presupuesto.
La victoria de Mursi parece, sin embargo, que no echa el cierre a la agria disputa con la junta militar por el Parlamento, donde los Hermanos Musulmanes controlaban una amplia mayoría. La web de la cofradía aseguraba que Mursi solo jurará su cargo frente a la Cámara de Representantes, lo que podría implicar que el grupo no acepta las enmiendas constitucionales.
Pero este rompecabezas político estaba ayer a años luz de distancia de la plaza Tahrir, donde la felicidad era absoluta. «Soy anti Hermanos Musulmanes, no me gustan. Pero hoy estamos celebrando el triunfo de la revolución, no de los islamistas», confesaba a este diario Doaa Samir, una editora de páginas web. Su compañera Samar Riad puntualizaba: «Tenemos que darles una oportunidad porque, hasta ahora, lo único que muchos de nosotros sabíamos sobre la cofradía era lo que nos vendían en la prensa estatal, donde los retratan como demonios».
«La voz de los egipcios se ha respetado por primera vez, eso es lo más importante hoy», señalaba Emad Abdelrrahman en Tahrir, que lloraba al teléfono anunciando la noticia a un amigo. «¡Sí, si, ha ganado, ha ganado! Venid todos corriendo a la plaza», exclamaba. Tras la disolución del Parlamento y el retraso de los resultados electorales, los seguidores de Mohamed Mursi temían esta semana que las fuerzas del antiguo régimen pudieran maniobrar en el último momento para arrebatar la presidencia al islamista. Ayer los temores se convirtieron en júbilo.