Kimi Raikkonen (izq.) y Michael Schumacher (dcha.) acompañan a Fernando Alonso en el podio del Gran Premio de Europa disputado ayer en Valencia. :: RAFA RIVAS / AFP
Deportes/Motor

Éxtasis de Alonso en Valencia

El asturiano también se coloca líder del Mundial tras aprovechar el abandono de Sebastian Vettel Gana por primera vez en el circuito español en una soberbia remontada del 11 al 1

VALENCIA. Actualizado: Guardar
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Fernando Alonso compuso una obra de arte en Valencia. Conquistó su primera victoria en el trazado español después de configurar la carrera que imagina cualquier piloto de Fórmula 1 en el más placentero de sus sueños. Tal vez el éxito más redondo, fastuoso y colorista en los once años de andanzas que almacena en esta feria de vanidades y mundo de locos del automóvil. Él se había descartado del podio el sábado después de un ruinoso proceder en Ferrari que lo llevó a la sexta línea de la parrilla, pero todo cambió el domingo.

Alonso salió undécimo y terminó gobernando un mediodía vibrante en el que todo lo que sucedió en la pista redundó en su beneficio. Es el segundo triunfo del español en esta temporada en un momento crucial, casi en el ecuador del curso: vuelve a situarse líder del Mundial en un zarpazo brutal hacia sus adversarios, Sebastian Vettel y Lewis Hamilton, fulminados por la fatalidad ayer en el circuito de Valencia.

Ver para creer. Lo que sucedió en el trazado levantino destierra hasta nueva orden aquel aserto que incide en la nulidad de acción de la Fórmula 1. Nunca pasa nada, elevan la voz los más críticos. Aconteció algo casi inimaginable desde la óptica de un deporte que admite pocas concesiones después de formarse la parrilla los sábados. Y más en un circuito como el de de Valencia, un escenario de perfil tedioso por lo que se refiere a los adelantamientos. O eso dicen los pilotos. Alonso salió undécimo, pero una especie de frenesí interior unido a una calamidad general que afectó a todos sus enemigos lo impulsó hacia el éxito.

Se escudan los pilotos de Fórmula 1 en excusas tópicas. Subterfugios y pretextos para evaluar determinadas actuaciones que tienen que ver con el conformismo antes que con la aventura y la conquista. Se dice que en Valencia no se puede adelantar. Sí lo hacen en las categorías inferiores los pilotos con hambre, con motivación de sobra para luchar por su futuro. Y a Alonso le sobreviene una fortaleza interna cuando concursa en España. Siente su país con orgullo y ejerce como embajador. Y cuando no le salen las cosas en Barcelona o Valencia, sufre.

Tuvo coraje, energía y electricidad la remontada de Alonso. Se jugó el bigote en acciones sin red, que podían apretarlo contra el muro o impulsarlo al infinito. Conectó con las emociones de sus seguidores desde la estampida. En la primera vuelta rebasó a tres rivales, Di Resta, Button y Rosberg. En un abrir y cerrar de ojos se había colocado octavo.

Vino luego una sucesión de adelantamientos en la pista con esa fiereza para la competición que exhibe habitualmente el asturiano, tanto si no dispone de material como si contiene componentes exclusivos como ayer. Alonso se comió a Hulkenberg y Maldonado apurando en las curvas de un trazado peligroso, propicio al accidente. Ya estaba quinto, por detrás de una colección de coches con Vettel, cómodo y expansivo, al mando del gran premio.

En las paradas de los garajes también triunfó el piloto asturiano. Cuando cambió las ruedas en otra maniobra veloz de los mecánicos Ferrari, superó a Raikkonen, que conducía un bólido supersónico, el Lotus del fin de semana valenciano. Alonso ganó siete posiciones en 16 giros. Ya por entonces parecía milagroso que pudiera estar peleando por el podio. La victoria ni se olía en la distancia, porque Vettel era casi dos segundos más rápido en cada vuelta que sus enemigos.

Desmelenado

Alonso se topó con el contratiempo del enorme tráfico a la salida del 'pit-stop'. Webber, Senna y Schumacher, más lentos que él, ralentizaron su avance hasta límites insospechados. Desmelenado por un ímpetu superlativo, el ovetense se merendó a los tres y prosiguió su escalada.

Pasajero del globo en un ritmo brutal, ya solo tenía por delante a Hamilton, Grosjean y Vettel antes del ecuador de la carrera. Fue entonces cuando el español comprendió que ayer la luz del sol lo iluminaba solo a él. Un accidente de Vergne y Kovalainen provocó la aparición del inevitable coche de seguridad. Pelotón unido, la ventaja de Vettel reducida a la nada y Alonso con la pieza de caza mayor a la vista.

Como era su día porque así lo decidió el destino, Alonso siguió cosechando prebendas. Los empleados de McLaren se enredaron con el gato y las tuercas en el coche de Hamilton durante su parada en el garaje y el inglés le cedió la tercera posición. Llegaron entonces los prodigios. Alonso rebasó a Grosjean al marcharse el coche de seguridad y al líder Vettel se le paró el coche a 23 vueltas para el final. Demasiadas novedades técnicas en el Red Bull sin pasar suficientes por la cocina del simulador.

El francés también se retiró, vuelta 40, por unos insospechados problemas de su motor Renault. A falta de 17 vueltas, Alonso era líder del gran premio más inconcebible que se ha visto en años. En la última carambola, solo faltaba que a Hamilton le diese un vahído. No fue eso, sino un accidente con Maldonado. Alonso limpió a todos sus enemigos y ganó en pleno éxtasis la que probablemente fue la más excitante victoria de su vida.