Editorial

Insólito Paraguay

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En un súbito ataque de legalismo, el Senado de Paraguay depuso al presidente elegido, Fernando Lugo, tras el sangriento episodio de violencia en que hace nueve días murieron once campesinos y seis policías. Considerando que las responsabilidades políticas parecían cubiertas con la dimisión del ministro del Interior y la destitución del jefe de Policía, hay indicios de que, en realidad, los supuestos socios del presidente aprovecharon artificiosamente la situación para echarle. La explicación es muy prosaica y está en el nulo funcionamiento político de la alianza de partidos, grupos y gentes agrupadas artificialmente en una plataforma electoral que llevó a la presidencia al popular Lugo, un polémico obispo católico que ejercía con una dispensa papal. Satisfecho de verle en el paro estará su vicepresidente y ya jefe del Estado, Federico Franco. Una pobre comedieta si no hubiera desgaste institucional y consecuencias regionales, vistas las reacciones adversas de sus vecinos.