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El tímido regreso de los turistas

EL CAIRO. Actualizado: Guardar
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«Antes, de lo único de lo que se hablaba en los cafés era de fútbol. Ahora solo de política. La verdad, me duele decirlo, pero viendo cómo están las cosas. Ojalá habláramos de fútbol». La de Mahmud Seif, que conduce un taxi en El Cairo, quizás sea una de las profesiones más tendentes al derrotismo estos días en Egipto. Sus palabras reflejan la frustración de muchos.

Desde la revolución que obligó a dimitir a Hosni Mubarak, los ciudadanos han acudido a las urnas en siete ocasiones. La fatiga electoral es evidente, más aún cuando muchos se preguntan si realmente ha servido para algo. La declaración constitucional ha sido enmendada por la junta militar desde entonces al menos en dos ocasiones sin consultarlo con el pueblo. El Parlamento ha sido disuelto, el futuro del Consejo de la Shura no está claro y parte de la Presidencia, que sigue en el aire, estará en manos de los militares.

Mientras, la economía sigue devastada. Las inversiones extranjeras se encuentran completamente paralizadas. «El Gobierno interino no quiere comprometerse a avanzar en nada porque no sabe cuánto va a durar», asegura a este diario una fuente de una empresa europea con un proyecto en Egipto. Los turistas ha regresado tímidamente, pero solo a las cálidas aguas del mar Rojo. El sector, que emplea directa o indirectamente a cuatro millones de egipcios -pero del que viven hasta 16 millones-, intenta aguantar el chaparrón, pero a muchos les resulta insostenible. «Llevo un año y medio en el paro, ¿a quién crees que voy a votar?», señalaba Shafi el-Din, un guía turístico votante del exgeneral Ahmed Shafiq, cuya popularidad se ha nutrido de la frustración de muchos egipcios con el devenir de la vida cotidiana tras la revolución.

La agencia de calificación Fitch degradó esta semana la nota de Egipto de BB- a B+. Pero para el ciudadano de a pie, los mercados que preocupan son los de los productos de primera necesidad, algunos de los cuales han experimentado una subida notable, como las bombonas de gas para cocinar. En los últimos comicios, alguien ironizaba en las redes sociales con que las colas para comprar bombonas subvencionadas eran más largas que las de los colegios electorales.