La fiabilidad alemana somete a Grecia
Reus y Schurrle aportan más dinamismo a una 'Mannschaft' en la que sobresalió Ozil
GDANSK.Actualizado:Salvo milagro o mandato divino, no había rescate posible para los griegos, con un fútbol en bancarrota que ya puede celebrar como un hito haber acabado entre los ocho mejores de una Eurocopa por tercera vez y generarle algo de incertidumbre a la poderosa y arrogante Alemania al empatar en el inicio de la segunda parte. El tanto del aguerrido Samaras elevó las connotaciones épicas del partido más morboso del campeonato, pero fue un minúsculo capítulo de un libro de guion previsto y desenlace cantado. Solo cinco minutos después de ese tanto que hizo latir a toda Grecia, Khedira, mediante una volea que ni él mismo sabe si golpeó de empeine o un poco con la espinilla, devolvió a la realidad el duelo del desequilibrio, cerrado con olés del público germano tras las dianas de Klose, que nunca falla, y un Reus extraordinario. El penalti final transformado por Salpingidis, ya era anécdota.
Más allá del resultado, de una goleada que pudo ser mucho mayor, el 'derbi del dinero' fue dominado de cabo a rabo por la 'Mannschaft', una selección versátil que al fin dispone de gran banquillo y se reencontró con una versión notable de Özil, presente en varios goles. Si acaso, le fallan la defensa y un Schweinsteiger lento, pesado, perjudicado por la lesión de tobillo que arrastra. Perdió un balón ante una tímida presión de Katsouranis, que le retrató. Lo suple con oficio y gran sentido táctico, tratando de tocar siempre fácil, pero igual con la incorporación de Kroos y con Khedira más retrasado, este equipo ganaría todavía más.
Las leyes del mercado
El deporte rey se somete también a las leyes inexorables del mercado, pero solo entiende de recortes para perfilarse o disparar, no para asfixiar salarios y pensiones. Si no posees jugadores, la prima de riesgo siempre se dispara. Ya fue un triunfo para los helenos evitar ser humillados por una locomotora alemana que avanza sin freno. Es equilibrada, con la fiabilidad germana de los anuncios. Una interesante mezcla de jugadores experimentados y jóvenes emergentes que le aportan frescura y dinamismo. En Gdansk, la antigua Danzig bajo dominio teutón hasta que los soviéticos la arrasaron, los subcampeones sometieron a una Grecia que solo practica el arte de sobrevivir. Lo dijo Löw en la víspera y no pudo ser un comentario más certero.
Con ese bloque, ya es milagroso que los helenos llegasen hasta aquí. Por mucho que apele uno al corazón, a la épica, al carácter identitario, al orgullo y a la pasión, un grupo que no fue capaz de ganar a Polonia y perdió con Republica Checa, es imposible que le meta mano a un adversario poderoso, candidato principal a poder despojar del título a España.
Joaquim Löw dejó claros dos principios: no se casa con nadie y, con todo el respeto para los apasionados helenos, pensaba más allá de cuartos. Salvo Özil, cambió todos su entramado ofensivo. Evitó riesgos con Mario Gómez, tocado, y apostó por el veterano Klose, uno de los grandes delanteros alemanes de siempre que aún, a sus 34 años, rinde bien en el Lazio. Y, lo más concluyente, prescindió por decisión técnica de los dos alas, Müller y Podolski, poco participativos en la primera fase, para buscar más mordiente con Reus y Schurrle, dos jugadores de notable presente y sobresaliente futuro. Sobre todo el primero, con tanta potencia y recorrido en el Borussia de Moenchengladbach que fue elegido elmejor jugador de la Bundesliga. Ya ha firmado con el Dortmund. Y Schurrle maneja bien las dos piernas, posee buen disparo y es el mejor reemplazo posible para un Podolski ya desgastado. Con ellos, Alemania ganó en chispa, en velocidad de pase, en movimiento sin balón y en desborde.
La baja del viejo Karagounis era un problema irresoluble para Grecia. Representa su espíritu. Con Maniatis y Makos en la sala de máquinas, es utópico pensar en generar dificultades a la 'Mannschaft'. Si acaso en alguna acción aislada a balón parado, de donde los helenos extraen petroleo o en alguna aventura de Salpingidis y Samaras. El del Celtic, por cierto, entró en el campo más preocupado de marcar territorio que de jugar. Al primer minuto, ya le dejó una plancha a Khedira que debió ser tarjeta. A esta Grecia le falla hasta el portero. Nada que ver Sifakis, guardameta del Aris que no bloca ni una, con el gran Nikopolidis, héroe en Portugal.
La gran incógnita del choque era saber cuándo Alemania descerrajaría a Grecia. Fue un asedio permanente, con disparos desde todos los flancos, un gol anulado y una ocasión pintiparada de un Özil que maneja el frente de ataque. El resultado lo dice todo.