«Una sociedad impregnada de buena literatura es menos manipulable»
El Nobel Vargas Llosa celebra el medio siglo de 'La ciudad y los perros' con una cuidada edición y el homenaje de la RAE
MADRID.Actualizado:Las crisis más terribles «dan buenos frutos literarios y son propicias a las grandes empresas creativas». Lo reconoce Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936), Nobel de Literatura, académico y grande de las letras hispanas, que celebra con una edición muy especial medio siglo de vida de su primera novela, 'La ciudad y los perros'. La alumbró en tiempos inciertos y confusos, al alba de su sueño de escritor y cuando la inestabilidad hacía estragos en una Sudamérica que no sospechaba aún que de sus miserias y desastres surgiría el 'boom'. «Los tiempos de tribulaciones económicas como los que atravesamos son siempre fecundos para la literatura, y así fue en América Latina a mediados del siglo pasado», sostiene hoy el escritor, para quien «las sociedades impregnadas de buena literatura son menos manipulables y más exigentes».
Vargas Llosa celebró los 50 años de la novela que abría la senda del Nobel en el noble caserón de la RAE, en el que ocupa el sillón L desde 1994, y que le rendía homenaje. No lejos de la modesta pensión en la que el joven Marito «vomitaba» el bruto de una fábula que haría historia. Sin un céntimo y becado en la Complutense, dedicaba sus tardes a escribir con frenesí «en un velador de la pensión y en la ruidosa y humeante tasca 'El Jute', esquina de Doctor Castelo y Menéndez Pelayo. «La terminé en un buhardilla de París», rememora cinco décadas después.
Corría el año 1962 y, un año antes de verla impresa, Vargas Llosa recibía el premio Biblioteca Breve gracias a la visión de Carlos Barral, su primer editor y valedor. Eran tiempos grises en la España de Franco y negros en una Latinoamérica castigada por dictaduras e incertidumbres políticas y económicas. «La inseguridad en el mundo real crea una enorme necesidad de armar y tener mundos alternativos que nos den seguridad y nos ofrezcan un orden y un prisma para entender mejor un mundo complejo, caótico, confuso», dijo el narrador peruano-español. «Vivimos otro periodo de gran inseguridad, confusión e incertidumbre, que desde el punto de vista literario y cultural no será malo», vaticina. Recuerda que de esa incierta situación nacieron las mejores obras de Juan Rulfo, Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes o Julio Cortázar.
Vargas Llosa solo se relee «por obligación». Y obligado por la especial reedición académica ha vuelto «con profunda nostalgia» a esta novela seminal y al joven que escribía copulsivamente y casi a ciegas, la misma técnica que aún practica. «Lo vuelco todo en un magma, un bosque, que me permite vencer mi gran inseguridad y comprender que la novela está ahí, en medio del caos que debo depurar y ordenar hasta extraerla», explica.
No quiere calibrar la influencia de su relato en la sociedad peruana y en la literatura en español. «Es labor de los críticos y del tiempo», dice. Sí sabe que «una sociedad que lee y se impregna de buena literatura es más crítica y menos manipulable; más exigente con el mundo en el que vive y con las instituciones que la gobiernan». «Exige más porque sueña y desea más», asegura.
Todas las Academias de la Lengua, aliadas con el sello Alfaguara, son responsables de la cuidada edición conmemorativa de 'La ciudad y los perros', obra de referencia de la novela latinoamericana por su moderna técnica narrativa aplicada a las poderosas «aventuras» que el escritor vivió en el Colegio Militar Leoncio Prado de Lima. Su autoritario padre lo recluyó allí con la esperanza de que renunciara a sus sueños y ambiciones literarias.
Divertido, evocó Vargas Llosa las fintas que con Carlos Barral hizo a la aún rígida censura franquista para publicar la novela en España. Tras una dura y «cómica» negociación con el cuñadisimo de Fraga, Carlos Robles Piquer, se avino a modificar ocho frases del texto original. Cambios sutiles para frases como «el coronel tenía vientre de ballena». «¡Se mofa de la autoridad que encarna un coronel!», le espetó el censor. Cambió «ballena» por «cetáceo» y los censores tragaron. Igual ocurrió con otra frase que apuntaba como un «curita rubio y jovial» había sido visto en las cercanías de un «burdel» que se sustituyó por un «prostíbulo».