El reto de España en América Latina
ANALISTA POLÍTICOActualizado:Acompañado de su Majestad el Rey don Juan Carlos, José Manuel García-Margallo ha cursado visita oficial a Brasil y Chile, países que han asegurado que asistirán a la Cumbre Iberoamericana de Cádiz. Sin embargo, los términos de la relación se han invertido. Ahora son las democracias consolidadas de América Latina las que muestran su preocupación por el futuro de la economía española y, por extensión, de la 'vieja Europa'.
De un tiempo a esta parte, la presencia de España en Iberoamérica no es tan protagónica como antaño. Junto a ello, la región ha experimentado la llegada de actores extra-regionales que tienen intereses deliberadamente ambiguos (Irán), económicos (China) o geoestratégicos (Rusia).
Además, recientemente España ha sufrido la corriente nacionalizadora-liberticida emprendida por los gobiernos de Argentina y Bolivia que ha puesto de manifiesto que la seguridad jurídica, en determinados países latinoamericanos, es una entelequia. Esta afirmación no es susceptible de aplicarse a Chile y Brasil, los cuales, a su vez, han mostrado que su crecimiento es un fenómeno estructural, no coyuntural. Igualmente, ambos están al margen de la ola revolucionaria que viene caracterizando al continente durante este siglo y que tuvo su penúltima manifestación con la celebración en Cochabamba de la Cumbre de la OEA.
Durante el evento, Evo Morales y Rafael Correa siguieron el guión trazado por el chavismo. Así, el dirigente boliviano cargó contra Estados Unidos. Por su parte, el presidente ecuatoriano propuso una reforma un tanto peculiar de la OEA con la que en última instancia pretende silenciar sus persecuciones a la oposición y a la prensa independiente en el interior del país.
En cuanto a la OEA, acelera su lenta agonía, incapaz de reinventarse y adaptarse a las nuevas exigencias, de tal modo que se conforma con servir de altavoz para las reivindicaciones soberanistas de Argentina hacia Malvinas. El resultado es que países como Brasil y Chile, entre otros, han comenzado a mirar para otro lado, sin que ello vaya acompañado de polémica, antagonismo o enfrentamiento con las tradicionales organizaciones regionales.
A pesar de que Brasil y Chile han dado muestras de su fiabilidad como socios, entre ellos existen diferencias notables que pueden afectar a la forma en que se desarrollen sus relaciones con España. En efecto, Brasil busca ampliar su radio de influencia comercial más allá de América Latina, de ahí su liderazgo dentro de los países BRICS, sin olvidar la magnitud de sus aspiraciones diplomáticas y estratégicas, de las que dio buena muestra Lula da Silva en la parte final de su mandato (2010) intensificando lazos con Irán, lo que generó suspicacias en la comunidad internacional, especialmente en Estados Unidos.
Su sucesora, Dilma Rousseff, ha rebajado el nivel de las relaciones con Teherán pero ha advertido que no hará seguidismo de las políticas que al respecto marque la Casa Blanca. A su favor juega el contexto doméstico ya que actualmente no existe una oposición capaz de formular un mensaje alternativo. Sin embargo, la mandataria no debe perder de vista que la pobreza permanece instalada, a pesar de los evidentes progresos realizados, en amplios sectores sociales, fenómeno que de mantenerse, puede ir en su contra a medio plazo.
Por su parte, Chile es una referencia en América Latina por varias razones, particularmente por la modélica transición de la dictadura a la democracia, cuyo colofón fue la victoria de Sebastián Piñera en las elecciones de 2010. Este hecho permitió a la derecha alcanzar el poder por primera vez tras el final de Augusto Pinochet y, consecuentemente, puso fin a 20 años de dominio democrático de la Concertación (democracia cristiana y socialismo). Este partido atraviesa actualmente una crisis de liderazgo y de identidad por lo que adquiere cada vez más consistencia el posible regreso de Michelle Bachelet.
Aún con todo ello, el rol que jugó la izquierda moderada en Chile, a través de los ejecutivos de Patricio Alwyn, Eduardo Frei, Ricardo Lagos y la citada Bachelet, fue referente para naciones como El Salvador de Mauricio Funes. Sin embargo, el país andino también hace frente a importantes problemas internos que afectan especialmente a las políticas públicas. En este sentido, los estudiantes se han convertido en el foco principal de oposición a Sebastián Piñera, generando huelgas y manifestaciones que no han servido para que el mandatario radicalice su mensaje pero sí han desestabilizado la marcha del país.
América Latina no se detiene. Las que han sido organizaciones de referencia se encuentran estancadas (Mercosur, OEA, SICA o Comunidad Andina). En su lugar han irrumpido alianzas estrictamente comerciales. Esto implica que Iberoamérica se ha despojado de la dependencia que en su día tuvo de España y que Occidente ha perdido la escarapela de socio prioritario y referente de la región. Un buen ejemplo de esta tesis es la Alianza del Pacífico que integra a Chile, Perú, Colombia y México. Nos hallamos ante un bloque comercial potente que puede suponer la réplica liberal al socialismo del XXI representado ALBA y que percibe a China como una opción de presente y no una promesa de futuro, pero que, como hándicap de partida, practica un peligroso relativismo hacia la forma en que Pekín gestiona los Derechos Humanos y los problemas territoriales.