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Economia

¿SEPTICEMIA?

IGNACIO MARCO-GARDOQUI
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Cuando mandaba Zapatero lo teníamos sencillo. Los ataques de los mercados eran consecuencia de su inutilidad como gobernante y de su falta de decisión para acometer las reformas que necesitábamos. Cuando llegó Rajoy, las cosas se agravaron y eso que aprobó la reforma laboral, primero, la del límite del gasto en las Comunidades Aurónomas, segundo y las dos reformas del sistema financiero, después. Sin embargo, las cosas no mejoraron y la culpa la colocamos sobre la cabeza de las incertidumbres y de las dudas acerca de la solvencia de nuestros bancos y, sobre todo, de nuestras Cajas de Ahorros. Luego, nos prometieron 100.000 millones de euros y, mientras aquí discutíamos sobre si eran galgos o podencos, si eso era un rescate o un préstamo y si Rajoy hizo bien en irse a ver el empate con Italia de la Eurocopa o debía haber pasado la tarde del aquél domingo, en casa con zapatillas y pegado al televisor, los mercados nos dieron otro disgusto, al subir la prima por encima de los 500 puntos básicos.

Entonces, el culpable perfecto fue Grecia que no acaba de decidir qué gobierno quería, si el que les sacaba del euro con trucos de magia o el que les obligaba a pasar por el aro de las terribles exigencias europeas. Pero el domingo se celebraron las elecciones y ganó quien les/nos convenía que ganase. Bueno, pues ayer las cosas volvieron a empeorar en los mercados y la decepción, envuelta en la angustia, se convirtió en el plato degustado por todos.

¿Qué nos falta por sufrir, cómo salimos de ésta? Lo primero, ni lo mienten. Que Dios no nos envíe todo lo que podríamos llegar a soportar. Lo segundo es más sencillo de decir. Hasta ahora, y con las importantes salvedades que ustedes quieran, la medicina aplicada al enfermo ha consistido, básicamente, en proporcionar grandes dosis de liquidez. Eso, se ha visto, alivia las tensiones pero no cura la enfermedad. En definitiva, el riesgo sigue siendo del país y el país no ofrece solvencia, ni expectativas.

Así que no queda otra que elegir entre estas dos medicinas, o aplicar las dos a la vez, claro. La primera es mutualizar las garantías y emitir Eurobonos para que el deudor no sea cada país individual, sino Europa en su conjunto. Eso reduciría nuestra prima de riesgo, supongo, pero ya vemos que la liquidez no cura. Así que lo mejor sería estimular la demanda para generar actividad y crecer. ¿Cómo? Pues no puede ser con los presupuestos públicos, que tienen más rotos que las piernas de José Tomás, y solo podrá hacerse con un relanzamiento relevante de la actividad en aquellos países que, como Alemania, se lo pueden permitir. Ellos pagarían un precio en inflación y, si dura el tratamiento, otro en pérdida de competitividad. Pero, vista la resistencia de la enfermedad a los antibióticos elegidos hasta ahora, los doctores tienen que elegir: o eso, o la septicemia.