Los grandes eventos deportivos, ¿negocio o ruina?
Los griegos atribuyen buena parte de sus males actuales al derroche de los Juegos Olímpicos de 2004 Polonia y Ucrania han invertido 2.300 millones en la Eurocopa, que quieren rentabilizar con la atracción de turistas y mejoras de imagen
MADRID.Actualizado:El mundo mira estos días a Polonia y Ucrania, países que albergan la Eurocopa 2012 de fútbol, evento que siguen cientos de millones de personas en todo el globo. La dimensión continental del torneo no es un obstáculo para que las pasiones de los aficionados al balompié se desaten a escala planetaria, pues permite disfrutar del juego de la mayoría de ases de este deporte, con permiso de los que forman en selecciones suramericanas como Argentina y Brasil. La Eurocopa es un ejemplo de gran acontecimiento convertido en escaparate para los países organizadores, y está por ver si también en una buena fuente de negocio.
Desde el siglo XX, gobiernos de todo el mundo han codiciado la organización de grandes eventos deportivos. Durante la Guerra Fría, los bloques capitalista y comunista utilizaron el deporte como plataforma propagandística y para aumentar su prestigio, e incluso para la puesta de largo de sus modelos de sociedad ante los millares de personas que acudían a presenciar las competiciones. Tal fue el caso de los Juegos Olímpicos (JJ OO) de Moscú 1980, boicoteados por Estados Unidos y otros países occidentales.
Este tipo de citas tranforman a las ciudades sede en escaparates desde los que mostrar una imagen del país organizador renovada, moderna y amable. Y presentar a sus habitantes como gente hospitalaria y capaz de salir airosa del desafío que supone realizar un acontecimiento de esa magnitud.
Los macroeventos suelen llevar aparejadas grandes inversiones en infraestructuras (estadios, pabellones, aeropuertos, carreteras, vías férreas, hoteles, viviendas) que deberían redundar en mejores servicios para la población y para el turista que, animado por lo que ha visto por televisión, se aventure a visitar el país en años sucesivos. Turismo significa negocio para la hostelería, el comercio y el transporte locales, entre otros sectores. Polonia y Ucrania han invertido 2.300 millones de euros en esta Eurocopa.
El profesor de Esade Josep Francesc Valls explica que para los gobernantes el objetivo de estas apuestas suele ser doble. Para algunos es una cuestión de imagen: lograr que el resto del mundo les sitúe en el mapa (sería el caso de Ucrania) o conseguir su homologación con otros estados de primer nivel (Polonia). Para los que ya gozan de gran prestigio la meta se limita a generar actividad y atracción turística que se traduzcan en beneficios a medio plazo.
Adecuación a costes
El problema surge cuando los políticos, en su ansia por organizar unos JJ OO o un Mundial de Fútbol, sobreestiman la capacidad de obtener beneficios y las expectativas no se cumplen. ¿Son un negocio o una ruina los grandes eventos? Depende del caso. La frontera está, según el profesor Valls, «en la adecuación de lo que quieres promocionar y la dimensión del evento a los costes». Un ejemplo sangrante de mala adecuación serían los JJ OO de Atenas 2004, cuya factura (9.600 millones de euros, el 4% del PIB griego) está en el origen de muchos males que hoy padece el pueblo heleno. Los ingresos logrados se quedaron en torno a 1.375 millones.
El caso de Polonia combina intereses económicos y de imagen. Junto a su equiparación con los países punteros de Europa, el país eslavo busca entrar a formar parte de los circuitos turísticos de Europa central y del este. Hoy recibe diez millones de visitantes al año y espera rentabilizar la inversión realizada con la atracción de 500.000 viajeros anuales más de aquí a 2020. Ucrania, sin embargo, buscaría romper con su pasado soviético y «su homologación democrática y occidental», explica el profesor Valls.
Un análisis de Saxo Bank apunta otra clave: las inversiones en infraestructuras en Polonia y Ucrania han generado «una importante cantidad de empleos estos años, y algunos seguirán existiendo después de que finalice el torneo». Si a eso se suman los llamados «proyectos legado», ambos países se verán beneficiados a largo plazo de mejoras «notables» en sus sistemas de transporte por carretera y vías férreas.
Valls ha analizado las posibilidades de éxito económico de futuros eventos como los JJ OO de Londres, que arrancan el 27 de julio, y el Mundial de Catar 2022. En el caso de Londres, la inversión prevista (5.000 millones) se ha disparado a unos 15.000 millones, por el sobrecoste de unas infraestructuras que no está claro que la urbe necesite. «Probablemente acaben convertidas en elefantes blancos que nadie va a usar», señala este experto en turismo.
Desproporción
Londres, por otra parte, es ya hoy la ciudad europea que atrae a más visitantes. Por eso Valls considera «difícil» que los JJ OO aumenten el número de turistas. «Probablemente lo que harán es desplazar a otros». «Han hecho un gran gasto para cambiar cromos a cambio de muy poco», augura. Considera, además, que los puestos de trabajo que se crearán serán «efímeros» y los efectos sobre el consumo «poco palpables».
El caso de Catar sería el mejor ejemplo de inversión «desproporcionada». Un país de 1,75 millones de habitantes que planea invertir en infraestructuras y estadios 56.000 millones de euros (¡31.000 euros por persona!) y «sin ninguna expectativa de rentabilidad». Sería el tipo más claro de estado que solo aspira a «ponerse en el mapa», ya que sueña con liderar las relaciones comerciales entre Europa y Oriente Medio.
El profesor Valls apunta también la celebración de las carreras de Fórmula 1 en Valencia como «evento desproporcionadamente caro» (unos 140 millones de euros en tres años) y con un «impacto muy bajo de ingresos» porque el dinero que genera la venta de entradas es escaso, igual que el número de visitantes que atrae. Además, requiere inversiones en infraestructuras «efímeras», muy difíciles de rentabilizar después. «Estamos ante un evento que genera bastantes pérdidas», concluye. Por el contrario, el Mundial de Fútbol de Suráfrica, que costó 40.000 millones de dólares (31.000 millones de euros) «estaría saldando con algún beneficio la operación», asegura.