Una de Sanz y otra de Arenas
Actualizado: GuardarLos equipos de dirección que mueven la vida de un partido político tienen el mismo recorrido que los grupos que gestionan una empresa privada. El paralelismo es casi idéntico y, pese a todo, lo que cuenta al final son los resultados. La decisión del presidente del PP andaluz, Javier Arenas, de no optar a la reelección como líder del partido en Andalucía tiene mucho que ver con la piedra que arrastra desde 1994. Arenas se ha presentado cuatro veces como candidato a la presidencia de la Junta y solo ha ganado en una ocasión, en marzo de este año, sin embargo, su triunfo no ha servido para acabar con 30 años de hegemonía socialista en la comunidad. Su salida supone el fin de una etapa y el cambio de un ciclo, donde la figura de su fiel escudero, el secretario general, Antonio Sanz, ha jugado un papel clave. Ambos han logrado poner contra las cuerdas al expresidente Manuel Chaves por el Caso Matsa, donde se investiga el presunto trato de favor de la Junta hacia la empresa en la trabajaba su hija a través de contratos de publicidad en los que actuaba como mediador otro hijo de Chaves. El segundo gran escándalo que han mordido los populares y que no han soltado es el de los ERE falsos. Ambos han hecho un buen trabajo, pero les ha faltado rematar la faena. Ahora dejan la puerta abierta a la sucesión, aunque esos movimientos están atados y muy bien atados en el seno del partido para evitar rumores, rencillas y filtraciones interesadas, como ocurre en el PSOE cada vez que hay un cambio de rumbo. Juan Ignacio Zoido asumirá las riendas del PP andaluz y la incógnita que surge entre los populares gaditanos es si el nuevo jefe del partido contará o no con representantes de la provincia en su Ejecutiva. El tándem formado por Arenas y Sanz ha tenido a Cádiz muy presente en su trabajo como oposición durante los últimos diez años. En la campaña electoral de las municipales de 2007, Arenas y Sanz le echaron mucho valor a uno de los mítines que programaron en la provincia. Se cumplían solo tres meses del cierre de Delphi cuando Arenas dio la cara y convocó a los medios ante la puerta de la factoría para explicar la realidad del caso Delphi. Ningún político se había atrevido antes a dar este paso. Los encuentros entre la plantilla y los gobernantes se hacían en los despachos. Una legión de extrabajadores de la factoría aguardaba a Javier Arenas detrás de la verja con la bayoneta del desprecio calada y preparada para entrar en combate. Arenas se agarró a los barrotes de la cancela y se dirigió a la plantilla en un tono coloquial para explicar que la solución al conflicto no pasaba, precisamente, por prometer puestos de trabajo como decía Manuel Chaves en empresas que ni siquiera habían confirmado su presencia en la Bahía. Arenas gana en las distancias cortas y se metió en el bolsillo a los trabajadores. Casi cinco años después de aquel mitin, el presidente del PP no se equivocó un ápice en su discurso y adelantó entonces que el planteamiento de Delphi llevado por la Junta sería una hipoteca de futuro que pagarían otros gobiernos. Desde luego, lo clavó.