El pastel que la reina quizá no se coma
Entre los regalos del Jubileo, Isabel II recibe un pastel de lamprea; manjar para algunos, asquerosidad para otros
MADRIDActualizado:Podían haberle regalado una maqueta de avión, ya que la ciudad cuenta con una prestigiosa industria aeronáutica, pero los vecinos de Gloucester, una tranquila localidad de 120.000 habitantes ubicada en el suroeste de Inglaterra, prefirieron agasajar a la reina de Inglaterra, en su Jubileo de Diamante, con un presente mucho más original: un pastel de lamprea. Sí, ellos mismos reconocen que no es muy glamuroso regalar a la soberana británica un postre hecho a base de este pez de apariencia primitiva, gelatinoso y lleno de ventosas, que se alimenta de la sangre de los tiburones y de los salmones, entre otros primos suyos. Pero los nativos bucean en la tradición y recuerdan que en la Edad Media, la ciudad enviaba pasteles de lamprea, una delicatesen en la época, al monarca de turno, en Navidad y cada vez que se coronaba uno nuevo. De hecho, así lo hicieron con Isabel II en 1952, año en que llegó al trono, y en 2002, cuando cumplió medio siglo como cabeza de la Commonwealth.
Este año, en Gloucester se han tomado más en serio que nunca su pastel de lamprea, quizá porque les duele que por primera vez en la historia, las lampreas utilizadas en la elaboración del manjar no son autóctonas, dados los escasos ejemplares que quedan en Reino Unido, sino que han sido traídas desde la región norteamericana de los Grandes Lagos. "Queremos que todo salga perfecto", contaba días antes del Jubileo David Hale, el cocinero-jefe encargado de esta importante misión. El pastel tiene la forma de la catedral de la ciudad, del siglo XII, y los chefs debatieron durante días si la reina lo preferiría con vino blanco, con cebolla caramelizada o con cebolla y maíz. Los más cenizos recordaron entonces que otro rey, Enrique I, falleció en 1135 tras darse un banquete de lamprea, pero no hay noticias de que la reina haya sufrido ninguna indisposición después del 5 de junio, fecha en que concluyó el Jubileo. Claro, tampoco hay noticias de que lo haya probado.
Agasajar a un personaje como Isabel II es un verdadero reto. Por ejemplo, Obama, en 2009, le regaló a la reina un iPod, pero no sabía que ella ya tenía uno, de color plateado. En los últimos años, otros países han preferido regalarle animales a la soberana: Brasil, osos perezosos; Alemania, un canario. El presidente de Suráfrica, Jacob Zuma, creía haber acertado cuando en 2010 entregó a su majestad un bonito juego de ajedrez. No sabía que, en 1996, Nelson Mandela le regaló exactamente el mismo.
Tratándose de la corona británica, todo tiene un protocolo. Por eso, una vez recibido el regalo, en Buckingham Palace optan o por quedárselo o por donarlo a la Colección Real (o al zoo de Londres, en el caso de los animales). Lo que nunca hace la reina es devolverlos o cambiarlos "para no herir a nadie".