Siempre pagan, y dejan de cobrar, los mismos
El retraso de subvenciones que ahoga a las asociaciones humanitarias y solidarias debiera suponer una alerta social de primera magnitud
Actualizado:Lo peor de los tiempos que corren es que se utilizan a diario, constantemente, tantas palabras de contenido grave que ya todo suena a demagogia, a repetición y discurso manido. Eso de que «siempre pagan los mismos», ese mensaje que alerta de que los más débiles son los primeros en pagar las gestiones marcadas por la ineptitud se ha pronunciado en tantas ocasiones que cuesta discernir cuando es cierto. Pero en el caso de las asociaciones humanitarias, los colectivos solidarios, las ONG, resulta de una certeza absoluta.
Este tipo de grupos, asociados en muchos casos a la Iglesia, han dejado de percibir las subvenciones que son su oxígeno y su alimento. Sin ese dinero, no pueden pagar a sus trabajadores y, sobre todo, resulta imposible que mantengan los servicios que brindan a personas que carecen de todo, incluyendo alternativas. Son los que están en primera línea para auxiliar a los parados crónicos en familias sin ningún ingreso, y a enfermos, y a las familias que los cuidan, y a inmigrantes sin la menor ocasión de subsistir. También son los que se dedican a intentar recuperar la normalidad para la vida de personas que cayeron en algún tipo de adicción o que padecieron enfermedades psicológicas.
En realidad, cuando las subvenciones se retrasan hasta seis meses, como sucede ahora, no se asfixian sólo las economías de un grupo de trabajadores sociales. También se ahogan, sobre todo, los que se benefician de su trabajo solidario. Que esos fondos se retrasen hasta desaparecer debiera suponer una alarma social de primer nivel. Nunca deberían faltar o, al menos, debieran ser los últimos en faltar. Lo contrario supone dejar en la estacada a los más débiles, a los que más necesitan de la sociedad.