La visita más incómoda
Las autoridades del Peñon echan el resto para dar relumbrón a la estancia de los condes de Wessex a pesar de las críticas de España El viaje del príncipe Eduardo a Gibraltar se produce en una etapa de alta tensión
MADRID. Actualizado: GuardarNo va a ser precisamente una visita discreta. Es más, será todo lo contrario. Las autoridades de Gibraltar van a echar el resto para convertir la gira del príncipe Eduardo y su mujer Sophie Rhys-Jones a la colonia en un gran acontecimiento social que ponga sordina a las redobladas críticas del Gobierno español por la presencia de miembros de la familia real británica en el Peñón.
La estancia de los condes de Wessex, que se prolongará desde hoy hasta el próximo miércoles, tiene lugar en un momento delicado de las relaciones hispano-británicas, una circunstancia que, sin embargo, no ha hecho que el Reino Unido se replantee ni por un momento la conveniencia de este viaje que tiene como motivo oficial celebrar en Gibraltar el jubileo de Isabel II por el 60 aniversario de su reinado.
La visita tiene lugar en plena polémica por la revocación del acuerdo de pesca denunciado unilateralmente por Gibraltar y que ha dejado a los marineros algecireños en tierra, con continuas escaramuzas entre las patrulleras de la Guardia Civil y embarcaciones de la Royal Gibraltar Police y de la Royal Navy, y con el telón de fondo de un nuevo vertido que ha puesto en evidencia que la colonia sigue haciendo negocio con 'bunkering', gasolineras flotantes, ignorando los llamamientos de España de que abandone esas prácticas de alto riesgo medioambiental para la zona.
Con este panorama el Gobierno de Fabian Picardo ha preparado una estancia de relumbrón y polémica, casi tanto como la visita de Carlos de Inglaterra y Diana de Gales en 1981, cuando iniciaron en la colonia su viaje de novios a bordo del yate 'Britannia'. El anuncio de aquella visita hizo que los Reyes rechazaran la invitación a asistir a su boda en Londres.
El viaje de los condes de Wessex provocó que doña Sofía, por indicaciones del Gobierno de Mariano Rajoy, suspendiera en mayo su asistencia al almuerzo que ofrecía la reina Isabel II en el castillo de Windsor para celebrar su Jubileo de diamantes. Pero ni siquiera ese gesto para demostrar el malestar de España ha hecho que las autoridades británicas suspendan el acto más polémico de la visita, la inauguración el miércoles de la nueva terminal del aeropuerto, construida en una zona que España considera su territorio, ya que no fue cedida en el Tratado de Utrech de 1713, sino que fue ocupada por el Reino Unido en el siglo XIX.
Doble propósito
Picardo tiene previsto echar la casa por la ventana con un doble propósito: darse a conocer en el mundo -está recién elegido ministro principal- y, de paso, reforzar su imagen de absoluta independencia. El gobernante, que incluso ha dado permiso a los empleados públicos del Peñón para que dejen sus puestos y vayan a recibir a los condes de Wessex a su llegada, no va a escatimar esfuerzos para agasajar a sus huéspedes, incluidas exhibiciones aéreas y de la Marina Real.
La agenda de los visitantes está tan plagada de actos en la minúscula colonia que los condes, incluso, participarán en algunos de ellos por separado. El viaje paralizará el Peñón hasta el punto de que hasta el próximo jueves, una vez termine la gira, las autoridades gibraltareñas no se sentarán a negociar sobre el conflicto pesquero con los pescadores de Algeciras.
El nuevo ministro principal, explican fuentes diplomáticas, está empeñado en marcar su territorio. Picardo, que desde que se convirtió en diciembre en jefe del Ejecutivo de los 'llanitos', mantiene una tirante relación con el Gobierno de Rajoy, y ya ha dicho que las críticas españolas al viaje le son «completamente irrelevantes». Exteriores, por su parte, ha rechazado hablar de provocación, aunque sí ha elevado el tono de protesta frente a otras recientes visitas de la Familia Real a la colonia, una decena en la última década. José Manuel García-Margallo aseguró recientemente que la visita de los condes de Wessex era «profundamente desafortunada en el tiempo y en la forma». Unas críticas que Picardo ignora por completo.