Deportes/Motor

Hamilton irrumpe en el desliz de Alonso

El español se quedó sin gomas cuando era líder; el inglés, séptimo ganador en siete carreras

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El viento ha cambiado de signo en el flujo de las relaciones de Fernando Alonso con su equipo. Terminó el gran premio de Canadá con un amargo sabor de boca para el español, desposeído de su liderato en un final sin ruedas, y no hubo ningún reproche del piloto para la estrategia de Ferrari. No hubo incendio en las tribunas de prensa por una táctica cuestionable al hilo de los resultados y la tabla de tiempos, la única verdad que entienden las gentes de la F-1. Alonso pasó del primer puesto al quinto sin críticas ni nada por el estilo. Vino a decir que es fácil juzgar a toro pasado, a la luz de la clasificación. Echó un capote a Ferrari en el ejercicio de su liderazgo el día que perdió la carrera y el liderato del Mundial. Todo pasó a manos de Hamilton, el séptimo vencedor en siete citas del calendario, quien ayer en Montreal borró de un plumazo el poso de fatalidad que le acompañaba desde hace algún tiempo.

Alonso tiene fama de quejica entre su nómina de detractores. Durante lustros se ha acuñado la impresión de que si hay victoria, el ganador es Alonso, y si llega la derrota, el que pierde es su equipo. Un apriorismo que funciona al milímetro en la Fórmula 1. Alonso tuvo ayer suficientes motivos para pedir explicaciones públicas a sus estrategas, pero cerró filas, tapó cualquier anomalía y declaró su amor incondicional hacia Ferrari.

Todo sucedió a raíz de la vuelta 50 del gran premio canadiense, cuando Hamilton proclamó por el interfono aquello de «me estoy quedando sin neumáticos». El inglés siempre fue ayer el más rápido en la pista, pero el desgaste de las ruedas lo condenó a un trabajo extra. Parar a sustituir las gomas y obligarse a adelantar a Vettel y Alonso sobre el asfalto.

Ferrari miró a Vettel en vez de a Hamilton en ese instante. Fijó la marca del campeón del mundo y retrató su estrategia con la fotocopiadora. Consideró que el Ferrari de Alonso podía consumir cincuenta vueltas con aquellas ruedas y mantuvo al asturiano sobre la pista a riesgo de que sucediera lo que finalmente sucedió. El monoplaza no aguantó la abrasión de los kilómetros y comenzó un declive que durante algunos minutos fue como la defensa de El Álamo. Imposible frente a un ejército bien armado que le atosigaba desde todos los flancos.

Alonso, que era líder en la vuelta 51 después de que Hamilton ingresara por segunda vez por la pistola de sus mecánicos, se hundió en los tiempos. Fue un retroceso paulatino al principio y abrumador después. Hamilton fundió cualquier posibilidad de éxito del español. Dos segundos por vuelta son como cinco minutos en una contrarreloj ciclista. El inglés de McLaren no se puso nervioso con la victoria a la vista y por una vez apeló a la sensatez del peso natural de las cosas. Primero pasó a Vettel limpiamente y después a Alonso, que se quedó sin triunfo a seis vueltas del final. Vettel decidió que no podía competir en condiciones con esas ruedas machacadas y se fue al garaje a siete giros de la conclusión.

La importancia de los compuestos de caucho en la F-1 se expandió avasalladora sobre Alonso y sus circunstancias. Después de un fin de semana impecable en el que el Ferrari ha mostrado evidentes síntomas de recuperación y competitividad, de un sábado inmaculado y de un domingo notable en cuanto a fiabilidad, velocidad y táctica, Alonso se quedó sin merienda en cinco vueltas fatídicas.

El francés Grosjean, una de las revelaciones del año, le quitó las pegatinas con el Lotus. Dos vueltas después, Sergio Pérez hizo lo propio con el Sauber en otra muestra fantástica de que estamos ante un piloto que cuida los neumáticos mejor que nadie en la Fórmula 1. Y el pescozón final para el español, ya sin podio y sin maillot amarillo de la general: el adelantamiento de Vettel, que fue capaz de rentabilizar las ruedas en tan solo seis giros.